El 24 de marzo se cumplen 40 años de un pasado que es necesario recordar y cuestionar. Ya lo sabemos, en esa fecha se instauró el más sangriento golpe de estado de la historia argentina. El problema es creerlo algo del pasado, algo que no merece ser revivido en el presente, algo que debe olvidarse para dar paso a la gran reconciliación nacional, en la que todos, absolutamente todos los argentinos nos demos la mano olvidando clases sociales, poderíos económicos y explotaciones (la lista podría seguirse). ¿Es que acaso alguien cree que eso es posible?
Es extraño como una simple fecha puede significar tanto. El año 1976 golpea constantemente como algo imposible de abandonar. Lo importante, en definitiva, sería enfatizar en lo complejo que es abordarlo como tema. Todas las variantes que han sido transformadas desde aquella larga noche en la que se convirtió la dictadura militar en el gobierno de facto de Argentina, momento en el cual un sector privilegiado de la sociedad, completamente convencido de su rol, sentía el poder de ser dueño de la vida y la muerte de miles de personas. Pero sin lugar a dudas, su intromisión en la historia fue fundamental para un cambio radical en el modelo económico del país. Quizás ya haya muchas palabras escritas sobre la fecha en cuestión y es común ver en todos los espacios de expresión posibles la frase Nunca Más como una suerte de slogan. Si bien es importante recordarla, mencionarla y repetirla, es necesario hacer un análisis más profundo sobre a qué nos referimos con ella. ¿Nunca más a la desaparición, tortura y exterminio? ¿Nunca más un golpe de estado? ¿Nunca más la desindustrialización del país? ¿Nunca más la desaparición de una generación para llevar a cabo el plan más aberrante de instauración económica? ¿Nunca más la persecución de la militancia política? ¿Nunca más a la imposición de un régimen antidemocrático? ¿Nunca más a la destrucción de los lazos sociales? ¿Nunca más a la complicidad y/o silencio de los medios de comunicación? ¿Nunca más a expresiones como “Algo habrán hecho”? A partir de esta serie de preguntas, muchos sectores sociales estarían en desacuerdo con las respuestas. Hay un sentido común en recordar algo trágico en la historia y no analizarlo.
¿Todos construyen la misma idea de lo que implica? O ¿hay quienes siguen defendiendo ese plan económico?. ¿Las desapariciones son algo del pasado? ¿Y Jorge Julio López? ¿Y todos los pibes que mueren en manos de la policía que permite mantener a muchas personas el mismo pensamiento que en el año ’76? ¿Y las mujeres que son asesinadas y terminan como un caso más de feminicidio? Hay casi 400 personas que siguen sin conocer su identidad porque fueron apropiados al momento de nacer. Es importante insistir en la siguiente pregunta: ¿es que todo esto es algo del pasado? Entonces, ¿cuándo se habla de Nunca Más a qué se refieren? Esta respuesta seguramente sea diferente según quien sea el receptor de la pregunta. No por nada el golpe de estado fue cívico-militar (y es necesario insistir en ello), con todas las implicancias de civiles cómplices de la dictadura, empresarios que se enriquecieron por el nuevo modelo económico imperante y medios de comunicación que no cuestionaron (y también se enriquecieron formidablemente) en lo más mínimo al gobierno de facto. Estos sectores realmente han sido beneficiados (aún hasta el día de hoy) por brindar su apoyo o silencio. No en vano es necesario el análisis, todos estos son conflictos que nos interpelan en el presente. Es necesario comprender la importancia de realizar estos cuestionamientos para lograr un debate profundo sobre lo que se busca reflexionar con la instauración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Pensar un Nunca Más profundo que se siga aplicando al presente, experimentarlo como un manifiesto por la vida y seguir exigiéndolo ante un sector de la sociedad que solo permite asumirlo como algo del pasado.
Firma: José Daniel Piriz.