1 “Violencia es violencia, no importa el género”
Históricamente se ha considerado a la mujer como alguien inferior al hombre, como alguien que de una forma u otra tiene que servirle y cumplir sus expectativas. Esta dinámica de dominación se manifestaba en formas más explícitas antes y se sigue manifestando en formas más sutiles (y a veces no tanto) ahora. Una agresión califica como violencia de género cuando en la violencia hacia una mujer tiene un trasfondo de machismo, una creencia arraigada y a veces no del todo consciente de que esa mujer es inferior o es una especie de objeto o propiedad del hombre.
2 “Si una mujer le pega a un hombre, también es violencia de género”
Como explica Miguel Lorente Acosta en La violencia no tiene género, el género sí tiene violencia: “Estas circunstancias y características son las que dan lugar la violencia que sufren las mujeres a manos de los hombres en la sociedad y dentro de las relaciones de pareja o familia, o sea, la violencia de género. No a otras violencias, y mucho menos la violencia que sufren los hombres a manos de las mujeres, ni las que padecen los niños y niñas o los ancianos a manos de hombres y mujeres. Nadie dice ‘mi mujer me pega lo normal’, ni se escriben libros dirigidos a los hombres titulados ‘cásate y sé sumiso’.»
Nadie está diciendo que las mujeres sean incapaces de cualquier mal, pero cuando ellas ejercen violencia contra los hombres (acto que por supuesto debe ser también condenado) lo hacen por otras razones y no porque vienen avaladas por siglos de distintas formas de dominación de su sexo hacia el sexo opuesto -por lo tanto, no puede realmente considerarse violencia de género.
3 “Igual la cantidad de mujeres que mueren no es tan grande comparada a la de los hombres, que son los que más cometen suicidio y los que más mueren en las guerras”
4 «Claro, ahora salen a decir que cualquier muerte de una mujer es femicidio»
Porque cuando se usa la expresión «la mataron por ser mujer», no significa que un hombre ejerció violencia contra una persona del sexo femenino por estar en contra de su condición de mujer en sí. Significa que la agredió porque el pertenecer al sexo masculino lo hizo sentir en el derecho de ejercer violencia contra ella por considerarse superior, propietario, autor de las reglas.
De nuevo, todo esto puede pasar por la mente de este hombre en cuestión de forma no del todo consciente, ya que es algo que absorbió en las primeras etapas de su socialización y que la cultura que lo rodea le afirmó durante toda su vida. Esto no lo hace menos grave, sino que significa que no es la acción aislada de un hombre y resalta la responsabilidad que tenemos todos como sociedad de no seguir alimentando este tipo de mentalidad.
5 «Hablar de violencia de género pone a todos los hombres en la misma bolsa: no somos todos golpeadores»
El problema de la violencia de género se resolvería mucho más rápido si los hombres – en lugar de sentirse atacados cada vez que se habla el tema, en lugar de levantar las manos y arquear las cejas alegando que la cuestión para ellos no aplica porque jamás lastimarían ni a una mosca – fueran más conscientes de los pequeños actos de maltrato hacia la mujer de los que ellos forman parte cotidianamente, porque esas actitudes (chistes sexistas, comentarios inapropiados sobre el cuerpo ajeno, insistencias o enojos ante un rechazo, etc.) son todo menos inofensivas.
6 “Hablar de femicidio implica que la vida de la mujer es más importante que la del hombre. Si el feminismo busca la igualdad, ¿por qué no lo llaman ‘igualismo’?”
La igualdad es a lo que todos apuntamos, pero para llegar ahí, al menos en relación al género, debemos enfocarnos en las mujeres. Son las mujeres las que están detrás, las que necesitan la ayuda de toda la sociedad (sí, chicos, de ustedes también, de ustedes especialmente) para recorrer ese camino que las lleve a tener realmente los mismos derechos y libertades que los hombres en todos los aspectos de la vida.
Danilo Castelli explica perfectamente por qué el feminismo no se llama igualismo: «Todo movimiento que luchó por la igualdad lo hizo partiendo de una condición concreta de desigualdad y en su nombre se notaba cuál era la estrategia para pasar de la desigualdad a la igualdad. Los que lucharon para que nadie sea esclavo se autodenominaron «abolicionistas», indicando que el camino para esa igualdad era abolir la esclavitud. Los que lucharon para que todas las naciones pudieran autodeterminarse se autodenominaron «patriotas», indicando que el camino para esa igualdad pasaba por expulsar al invasor o al poder colonial que obstaculizaba esa autodeterminación. El nombre «feminismo», que implica más derechos e igualdad de oportunidades para las mujeres, expresa muy sintéticamente que el camino concreto para la igualdad de derechos y oportunidades entre los sexos es nivelar para arriba la situación de las mujeres.» Podés ser feminista y no ser igualitarista si estás en contra de un tipo de desigualdad pero a favor o indiferente a otros, pero no podés ser igualitarista sin ser feminista.
Cuando la igualdad de género sea finalmente alcanzada, entonces tal vez todos podamos felizmente convertirnos en fieles defensores del igualismo, para mantener esa equidad. Mientras tanto, hombres, no tengan miedo de llamarse feministas y unirse a la causa. No los odiamos, los necesitamos. Es más, les diré una cosa: si realmente creen que las mujeres y los hombres deberíamos tener los mismos derechos y libertades…Ya son feministas.
No suena tan loco ¿Cierto?