El año pasado se daba una triste situación para Zulma Funes, quien mientras caminaba al mediodía del 31 de marzo por la calle Sargento Cabral, con su pareja Ricardo Grasano fue agredida con un arma de fuego por su ex pareja Emir Bonaficio Ramón Belfortti.

Luego del ataque y tras la fuga del agresor, Belfortti fue capturado por la policía en su vivienda ubicada en calle Padre Doglia.

Las víctimas fueron trasladadas al Hospital Municipal del Carmen. Grassano recibió disparos en el antebrazo derecho y Funes en la región craneana posterior lo que generó un grave cuadro.

La victima, previo al ataque, había realizado varias denuncias en la comisaría de la mujer por violencia de género y familia.

La causa fue caratulada como Tentativa de homicidio y Belfortti condenado por sus hechos. Hace unos días la familia conoció que el acusado obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria.

Zulma permanece internada en una clínica psiquiátrica en Junín ya que además de trastornos neuromotores, padece serios trastornos de personalidad que la obligan a mantenerse en un centro de esas características.

Su familia denunció que nunca fueron notificados de la prisión domiciliaria ni del domicilio del agresor. Incluso señalaron que se ausentó de su domicilio y fue fotografiado asando en una quinta que claramente no es el lugar en el que debía permanecer.

En un carta dirigida al Juez, sus hijos expusieron la delicada situación que atraviesa la mujer mientras el femicida se encentra en libertad. Para poner en conocimiento de todos la situación y las demandas que plantea la familia, han creado un Facebook bajo el nombre «Justicia Para Zulma».

Sus hijos narraron como un infierno lo que vivieron desde aquel día: «la imagen de nuestra madre con su cabeza destrozada por dos balazos peleando por su vida en terapia intensiva durante dos semanas, en coma farmacológico primero y luego coma de muerte voluntaria; su internación durante 20 días más en sala de clínica despierta pero inconciente; el mes siguiente postrada en una cama y sin control de esfínteres en un geriátrico de nuestra ciudad; dos meses en la Clínica Juan XXIII con la intención de rehabilitar o recuperar sus habilidades motoras, con pánico, con pérdida de memoria y amnesia y sin control de esfínteres; su convivencia luego con nuestra abuela a la que, presa de ataque psicótico, atacó a bastonazos y tuviera que dejar la vivienda; situación que se repitiera varias veces con los cuidadores que fuimos contratando para su asistencia hasta su internación en la Clínica de Rehabilitación psiquiátrica Villa del Parque, ya que padece un trastorno de la personalidad que obligó a judicializar su estado».