«La educación sexual en tiempos de grietas”

Por Claudio Jonas*

Hombres necios que acusáis …sin razón,
sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis.

Son pocos los temas que, como la sexualidad, hayan convocado a la humanidad durante tantos siglos, involucrando a casi todas las etnias, culturas, religiones, clases sociales, grupos etarios, científicos, educadores, familias, etc.

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A diferencia de nuestros parientes y antepasados del reino animal, que subsistieron y subsisten gracias a usos y costumbres que a veces se parecen a las humanas y muchas otras difieren radicalmente, ellos no parecen dedicarle una gran parte de sus vidas a regular las modalidades de sus vidas sexuales como se ve que necesita la humanidad.

Digamos, aunque nos pese, que, como sabia especie pensante (Homo sapiens), todavía navegamos entre la ignorancia y la improvisación, aunque eso no impida, o mejor dicho, aunque eso promueva la toma de posiciones antinómicas que pretenden excluir radicalmente a las oponentes.

Los disparadores de estas apasionadas controversias varían según las épocas. Hoy en día, en nuestro país, la lucha por despenalizar el aborto, la legalización de la identidad de género y el matrimonio igualitario pone en un primer plano, la necesidad de implementar “alguna” educación sexual.

Ahora bien, como era de esperar, a caballo de una evidencia incontrastable, sea para evitar embarazos no queridos o para reducir la posibilidad de recurrir al aborto, así como para evitar las identidades de género alternativas, se dividen las aguas entre los “progresistas” y los “retardatarios” sin que ninguno de ambos bandos pueda exhibir una fundamentación coherente, homogénea y verosimil de argumentos y prácticas.

El punto más ríspido, y el que desata las controversias más violentas, es el temor de que exista alguna intencionalidad maliciosa de provocar una sexualización temprana y perjudicial de la infancia.

En primer lugar, vale la pena recordarlo, la sexualidad infantil, es una evidencia indiscutible desde los primeros meses del desarrollo a tal punto que fue, es y probablemente seguirá siendo, una preocupación en casi todas las familias y en cualquier jardín de infantes que no mire al techo.

Y acá si que “se armó la discusión…” ¿por qué? Porque si la ancestral convicción de educar en el marco de la crianza y la transmisión de conocimientos y valores, ha cambiado radicalmente gracias a los aportes de nuevos procedimientos pedagógicos, que hacen su entrada en cámara lenta, tanto en las instituciones como en las familias, en lo que respecta a la educación sexual, gran parte de la humanidad todavía tiene dudas sobre la conveniencia de salir de las cavernas.

¿Por qué entonces esta lucha por negar, postergar y/o hacer desaparecer la sexualidad infantil siendo que ésta no es otra cosa que una condición de la naturaleza, que nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte? ¿O acaso se podría postergar o desconocer la existencia natural del hambre?

Claro que, cualquiera podría advertir, que los humanos fuimos incorporando distinto hábitos alimenticios y modalidades culturales diversas a través del paso del tiempo y los conocimientos científicos.

¿Por qué los conocimientos descubiertos sobre la sexualidad no llegan a ocupar los espacios que bien merecen ocupar?

¿O acaso hay comprobaciones verosímiles que acrediten que la coartación, el desconocimiento, las amenazas y los castigos han reducido los embarazos no queridos, los abusos sexuales, la prostitución, la trata de personas con fines sexuales, las infidelidades, los divorcios, la sumisión de las mujeres en el marco del matrimonio, la existencia de las diversidades sexuales, y las frustraciones matrimoniales bajo la “garantía” de la virginidad o los matrimonios concertados con mujeres apenas púberes?

Esta modalidad de “educación sexual” no sólo cosecha fracasos sino que es más creíble considerarla, si no causante, al menos copartícipe necesario.

Existen caminos fáciles, seguros y beneficiosos que ayudan a una convivencia más respetuosa y gratificante con una sexualidad más natural, mejor sabida y menos temida. (Hasta la próxima nota)