Cuando el dramaturgo y periodista uruguayo Florencio Sánchez presentó la obra teatral «Canillita» en 1902 no imaginó que cada 7 de noviembre los vendedores de diarios recordarían su obra y su legado que definía la personalidad desfachatada de un personaje singular de la vía pública: el carismático y extrovertido niño que «voceaba» diarios en las esquinas.
La idea del personaje de la obra estaba inspirado en un niño real y caracterizado como tal. De pantalón corto, piernas largas y delgadas, dio bautismo a un oficio mítico: el canillita.
Aquellas funciones fueron la coronación del sentimiento popular. «Canillita» había representado con solvencia y frescura la naturaleza del oficio. La contextura de las piernas de un niño que vendía diarios en una esquina de Rosario fue la inspiración para el nombre de la obra de teatro de Florencio Sánchez.
Originalmente el término «Canillita» proviene de la denominación latín de caña; la asociación nace del lunfardo y fue acuñada en la jerga rioplatense para referenciar a la tibia, el extenso hueso que conecta las articulaciones del tobillo y la rodilla, esa parte de las piernas que quedaban expuestas en los vendedores de diarios. De modo similiar también surgió el termino «canilleras» para referirse a los instrumentos deportivos de protección de la tibia. El término se perpetuó, y los «canillitas» asimilaron la nomenclatura popular del oficio.
El 7 de noviembre de 1947, a 45 años de la primera referencia del canillita con los diarios, se decretó el Día del Canillita en la Argentina en honor al fallecimiento de Sánchez, el hombre que sin querer concibió la definición por el éxito rotundo que tuvo su obra a comienzo del siglo pasado.
Canillita significó una revelación de su propuesta: valorar la humanidad de los personajes humildes en lucha constante con la vida y el desequilibrio social. Su historia resurge cada 7 de noviembre conmemorando unos de los pocos días de descanso en el año de los diarieros.