El viernes se conoció un editorial del diario La Nación titulado «Niñas madres con mayúsculas». En él la empresa realizó una defensa de la visión religiosa sobre qué hacer cuando niñas son violadas y embarazadas. Claro que rechazando el aborto que en estos casos está permitido desde 1921 por el Código Civil.

Aunque pueda parecer una barbaridad, el artículo sostenía a ultranza que debía obligarse a una niña violada y embarazada a ser madre, incluso contra su voluntad y la de sus padres.

Ya en su primera frase el editorial largó un afrenta a quienes proponen debatir nuevamente la ley por un aborto legal, seguro y gratuito: «Los pañuelos verdes de quienes no han aceptado la derrota legislativa siguen agitándose», escribieron.

Tras dar una supuesta crónica con nombres reservados de «niñas madres», la editorial pasa a la justificación de la violación.

«Mucho más allá de la forma en que se gestaron los embarazos, claramente nada deseada ni deseable, y recordándonos todo aquello que se ha predicado con justeza sobre la necesidad de una educación sexual preventiva que contemple información sobre el propio cuerpo, resulta admirable y emocionante ver desplegarse el instinto materno. Encarnado, corporizado, ese instinto vital de preservación arrasa con todo lo que se ha dicho y escrito desde una teoría reñida con el derecho a la vida. Despedaza el pañuelo verde, al error inducido del «yo decido sobre mi cuerpo», al feto como desprovisto de vida, entre otras denominaciones eufemísticas creadas para bajar la carga emocional que encierra decir que hablamos de un hijo desde el minuto de la concepción, de un bebé por nacer que se desea eliminar asesinándolo», escribieron en La Nación.

En el editorial, La Nación interpreta a la maternidad como algo «natural» que la mujer debe tener, y si no tiene, tendrá cuando una criatura nazca. Nada más lejano, dicen los psicólogos y especialistas en el tema. La maternidad no es algo natural, sino una construcción psicológica y personal mediada por lazos sociales.

Tras publicarse el editorial, los propios periodistas de La Nación hicieron su descargo conjunto rechazando la línea que el periódico fundado por Bartolomé Mitre planteó. Pero la empresa, comunicó por la tarde en un descargo, que las editoriales reflejan solamente la opinión empresaria. Una obviedad.

Más allá de eso, llamó la atención que la empresa tampoco hiciera oídos al planteo de Unicef, institución internacionalmente reconocida en materia de derechos de niños. «El embarazo en la infancia no está vinculado al ‘instinto materno’, es abuso sexual y por tanto el embarazo es forzado», remarcó la filial local del organismo de la ONU para la niñez. «Los adultos (familia, Estado, instituciones) son responsables de proteger a las niñas y niños frente al abuso sexual», resaltó por medio de Twitter.

Quienes también criticaron al diario fueron desde Amnistía Internacional, otra organización encargada de velar por los derechos de los niños y de reconocida trayectoria mundial.

«El embarazo infantil está íntimamente ligado al abuso. La maternidad forzada es una forma de tortura y suma una violación más a los derechos de estas niñas», publicó la Fundación Huésped para repudiar tan lamentables conceptos.

Sencillamente, el diario intentó justificar una visión religiosa, pero terminó por realizar una apología del delito de abuso a menores y de violación. Según las estadísticas, de cada 10 niñas embarazadas, 8 son casos relacionados a abusos infantiles perpetrados por mayores de edad.

La Posta también repudia esta visión sobre los derechos de las niñas. Son niñas, no «madres».