La decisión sorprendió a todos por igual. No porque Miguel Ángel Pichetto, presidente hasta hace algunas horas del bloque Justicialista en el Senado de La Nación, no haya dado sobradas muestras en los últimos tiempos de su affaire con el Gobierno, y sus heridas sumamente abiertas para con el sector que conduce su ex compañera, Cristina Fernández de Kirchner.
De todas formas, el binomio Macri – Pichetto sorprendió a propios y extraños, e hizo que muchos dirigentes del oficialismo tuvieran que sentarse a charlar cómo digerir la noticia. Los teléfonos de muchos dirigentes, sobre todo del radicalismo, estuvieron apagados desde la decisión. Los mensajes por Whatsapp se teñían de celeste con doble tick sin respuesta alguna. Esta vez, parece que realmente no había palabras rápidas para responder sobre la decisión del núcleo rojo del presidente.
En off, muy tímidamente, hay quienes hacen gestos de desaprobación y desconcierto. Lo cierto es que hasta hace algunos días, un fuerte sector del radicalismo ratificó su alianza en Cambiemos, y estaban seguros de tener la vicepresidencia a su favor. Sin ir más lejos, el propio Macri le habría ofrecido ese lugar a Ernesto Sanz, que rechazó la propuesta pero manifestó que se reuniría con otros dirigentes del centenario partido para poder ofrecer una nueva alternativa. Veinticuatro horas antes, la candidatura ya estaba definida y anunciada.
Más allá de las internas, las peleas, los entredichos, hay un hecho político que no se puede pasar por alto: Miguel Ángel Pichetto logró su posición política por el peronismo y está identificado con él.
Desde 1983 tuvo distintos cargos: desde concejal e Intendente de Sierra Grande (Río Negro), presidente del Partido Justicialista de Río Negro, diputado provincial, hasta diputado y senador nacional. En el medio, perdió varias elecciones para la gobernación de Río Negro, donde compitió también por dentro del peronismo.
Lo curioso es que gran parte del último discurso de Cambiemos se basó en reforzar el antiperonismo. Seguramente como estrategia política, militantes y funcionarios se encargaron de polarizar la cuestión en un binomio «peronismo / antiperonismo», y hasta un ejército de los famosos trolls en redes sociales salió a instalar el concepto de «Argentina está mal por los 70 años de peronismo», que a pesar de su falsedad histórica -el peronismo gobernó 35 años-, fue replicado por periodistas y funcionarios oficialistas.
El propio Víctor Aiola tildó por mucho tiempo de «impresentable» al peronismo. «Más allá de que estamos pagando una fiesta extensa, hoy miramos hacia adelante, pero me da mucha bronca que los impresentables de siempre levanten bandera como si no tuvieran nada que ver, cuando son los principales responsables de este desastre que estamos intentando acomodar», decía allá por el 2017 el jefe comunal de Chacabuco en una reunión partidaria.
El gesto de Mauricio Macri de no darle la vicepresidencia al radicalismo, y no sólo eso, sino ser acompañado por un peronista, fue un baldazo de agua fría para los sectores radicales que se pelearon con sus propios correligionarios por defender al gobierno. El radicalismo, desde hace tiempo, viene pidiendo «más protagonismo», y se aseguró que así sería para esta ocasión. Sin embargo, y hablando de peronismo, la única verdad es la realidad: apenas logró conservar la candidatura a vicegobernador en la Provincia de Buenos Aires.
La especulación ahora es saber si el sector radical más resistente a la alianza con el PRO, utilizará este nuevo escenario para finalmente «sacar los pies del plato». Horas después de conocerse la fórmula, hay quienes decían que grupos radicales podrían migrar su apoyo a Roberto Lavagna, quien barajaba la posibilidad de contar con un vice radical. Sin embargo, Lavagna definió como su precandidato a vicepresidente a Juan Manuel Urtubey, otro exkirchnerista que formaba parte del Peronismo Federal.
Entre la resignación y el desconcierto, el antiperonista de Cambiemos deberá agachar la cabeza y meter el voto en la urna tapándose un poco la nariz. Evidentemente, las «cabezas» de la alianza de Gobierno decidieron dar un golpe de timón ante la coyuntura electoral, y debieron cambiar la estrategia. Ahora, el peronismo no es más aquel monstruo padre de todos los males del país, sino que es el que le garantiza «pluralidad, apertura y gobernabilidad» a Mauricio Macri. Los tiempos cambian muy rápidamente, y más de una sonrisa se escapará al ver el momento en que furibundos odiadores del peronismo se encuentren defendiendo uno.