Por el profesor David Chiecchio

Al desinterés de los estudiantes por la escuela lo alimenta la tarea escolar obligatoria, los llamados “deberes”. Ese creciente desinterés fue para algunos países suficiente para tomar medidas que eliminen las tareas obligatorias y favorecer los derechos de los niños, de los que particularmente en este Aislamiento, casi no se habla.

A nadie importa si esto o aquello al niño le gusta o le interesa. Consultarlos, para algunos, equivale a ‘perder el control’. Hay que hacerlo igual, aunque no te guste, porque es bueno para vos. Como esos remedios…. Igual, pero la diferencia es que estos niños que deben aprender, la propia escuela (al egresar) les reprocha que siguen sin saber nada, es decir, que el remedio no funcionó. ¿Y el responsable?

Se habla poco de un aspecto contradictorio del aislamiento: docentes sobrecargados de un trabajo online que recién se (re)conoce y estudiantes sobrecargados de tareas. Familias ya estresadas económica y socialmente por la pandemia, a las que la escuela le impone otra razón de estrés.

Cada vez que pregunto en una clase, la mayoría de los alumnos reconoce buscar formas de “evadir” o simplificar todas las tareas. Desde formas clásicas a más sofisticadas. La lógica es quitarse de encima la tarea (el trimestre, la materia, el año, la escuela) lo más rápido posible. ¿Es necesario que las tareas sean obligatorias?

¿Y si esa obligatoriedad fuera el verdadero problema que se come el entusiasmo, la energía, la espontaneidad, la organización y la imaginación de los alumnos? ¿Qué recuerdo guardarán de la escuela y de nosotros docentes los niños?

¿Por qué dejamos que la relación con el docente esté generalmente mediada por la tarea obligatoria, en el aula, y fuera de ella?

A favor de las tareas no existen ni estudios psicológicos o educativos
que puedan apoyarlas como un beneficio para los niños. Los diseños curriculares de nuestra provincia tampoco las recomiendan. ¿Y por qué se indican igual?

“¿Quién trajo la tarea hoy?”, es una pregunta habitual. En cambio, nunca se oirá preguntar “¿A quién le ha gustado la tarea de hoy?”.

Si la educación es para los niños ¿no deberían disfrutarla y participar de ella? Si la tarea escolar genera presión en la familia (con uno, dos o tres hijos en edad escolar) ¿no termina por generar un conflicto en el hogar en lugar de un acompañamiento?

¿O el stress es parte del acto educativo y les enseña algo a las familias que todavía ignoran? Parece urgente buscar cómo incluir dentro de la idea de “continuidad pedagógica” palabras como “comprensión”, “diálogo” y otras que representen las múltiples y diversas situaciones de todes les estudiantes y sus familias.

PS: A lo escrito agregaría que “la ley de obligatoriedad es de LA ENSEÑANZA no del aprendizaje o educación, que son DERECHOS. Y estos no son obligatorios”.

davidchecho@gmail.com