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Proponer una lectura de Mario Benedetti puede ser un camino sin fin. Y para mí la mejor recomendación es temática. En el sentido que en su poesía se encuentran los sentimientos que afloran a la gente que se va, la desesperación, la lejanía, la dictadura siempre presente, la distancia que no les permite olvidarla y las imágenes de su amado país.

El desconcierto y la memoria concurren con los recuerdos y la vuelta a un país (Uruguay) que no es más el mismo, pero, sigue siendo el mismo, éste es el drama que también cada uruguayo exiliado tuvo que enfrentarse al volver. Para poner en palabras este nuevo reconocimiento al país que dejó, Benedetti lo llamó des-exilio.

Poner en palabras todo eso que vivimos, sentimos, extrañamos y que nos reconozcan por el arte de escribir no es tarea fácil. Y Mario Benedetti no esperaba un reconocimiento de universidades prestigiosas ni un premio que lo reconozca internacionalmente, solo quería un lector que lo haga sentir vivo.

Pero conseguirlo tampoco es fácil, más difícil si se piensa en como escribirle a ese ciudadano que perdió un familiar producto de la dictadura, ese otro que va todos los días a trabajar y puede descubrirse en Poemas de la oficina, aquel hombre que mira a otro hombre que mira y puede encontrarse con Poemas de otros para ver su propia vida o ese joven al que lo bombardean con prejuicios sin darles su espacio para luchar por lo que quieren. Por todo esto decide darle en sus poemas, lugar a todos esos que necesitan una voz, que sientan que su vida no es vano y que la poesía no es ajena a esas vidas cotidiana, y tampoco es lejana.

Darle la voz al otro es otra forma de lucha ante la disconformidad. Porque no solo hay que escribir sobre sino que hay que escribir por alguien que también crea que hay mucho que hacer “en este mundo de paciencia y asco” que nos impone una vida monótona.

Además, Benedetti es un poeta que se conecta con los jóvenes porque piensa que la juventud aún necesita ese espacio que el mundo no le está dando y sobre esto Mario Benedetti escribe: «Soy un poeta viejo y un viejo poeta, que en lugar de pensar -como muchos de mi generación- que los viejos somos sabios, me pregunto cada día que pasa si el mundo no estará así porque no les dejamos lugar a los jóvenes», (Paso de los Toros, Uruguay, 1920) en el prólogo de Memoria y esperanza

Por Ariana Trompino


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