Otra vez las redacciones tuvieron que escribir un título con la palabra femicidio. Ahora acompañado de la ubicación en Rojas, provincia de Buenos Aires. Úrsula Bahillo, una joven de 18 años, se convirtió en una víctima más de la violencia de un hombre, su expareja el policía bonaerense Matías Ezequiel Martínez de 25 años de edad.
Pero el femicidio de Úrsula terminó en una pueblada cuando los vecinos comenzaron a conocer detalles del hecho: era otro femicidio anunciado. La existencia previa de denuncias con testigos, el estado de dominio público que tenía el caso entre los círculos de los involucrados, la larga data del amedrentamiento y los otras víctimas que habían denunciado a Martínez graficándolo como un violento implacable.
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Como en otros casos, arrinconada en la soledad que caracteriza a la violencia de género, Úrsula volcaba el cansancio y agotamiento de sus días a través de una cuenta en Twitter.
Martínez luego de matar a Úrsula en la localidad de Guido Spano (también partido de Rojas) intentó quitarse la vida, pero sobrevivió. Fue intervenido quirúrgicamente en el hospital local. El femicida, como policía contaba con carpeta psiquiátrica, y cumplía funciones en la Comisaría de San Nicolás.
Primero los ciudadanos de Rojas comenzaron a convocarse frente a las puertas de la comisaría local, para acompañar a la familia de Úrsula, que tiene un conocido comercio en la ciudad. Cuando su madre arribó, casi en estado de shock, le alcanzó la lucidez del trágico momento para narrarle a los cientos de presentes que le regalaban silencio la trama de abandono y ausencia del Estado. Una trama que repite la secuencia de otros crímenes por el género.
«El 9 de enero hicimos la denuncia con perimetral porque durante siete meses la recontra amenazó y mató a palos», comenzó contando entre llantos Patricia Nasutti, la madre, y explicando que antes de eso «nosotros no sabíamos» lo que estaba atravesando Úrsula.
Esa perimetral fue violada, contó: «Las cámaras que están intervenidas, que todavía el señor Calegari (el fiscal) me desestima que no rompe perimetral, el hijo de puta que violó…», en esta ocasión Patricia fue interrumpida por otra madre que narró la colaboración que intentó prestar su hija como testigo del caso pero que no fue tomada la declaración por ser menor de edad.
Un paso más, y Patricia, sostenida por los brazos de un familiar, dijo: «En la comisaría de la Mujer dijeron que no trabajan los fines de semana«. Otra institución envuelta en todos lados de dudas y limitaciones. De los presentes brotó un unánime «Hijos de puta».
¿Más? «Hoy le iban a dar el botón antipánico y no se lo dieron» señaló Patricia y luego pidió «No se muevan de acá hasta que no bajen todos los jefes, Berni (el ministro de Seguridad) ya está enterado de toda esta mafia que tenemos».
Acto seguido Patricia ingresó a la comisaría y en un largo silencio que dominó varios minutos a la multitud que rodeaba la manzana solo resonaban llantos desgarradores, de amigas, de familiares que no podían creer cómo lo que no debía suceder, al final sucedió.
Firmes, los vecinos seguían montando guardia. En el silencio, muestran los videos, era perceptible que la bronca crecía sin que ninguna autoridad se haga presente para acompañar, explicar, con una voz serena lo que estaba pasando, lo que se estaba haciendo.
El silencio duró algunos minutos más. Entonces alguien pidió que se termine el silencio porque todos sabían lo que pasaba en la ciudad.
Bastó que otros sumaran su voz para que algunos descargaran la ira, el dolor contra una ventana, una puerta, los vidrios de la comisaría y todo se salió del cauce que, al parecer, en Rojas ya estaba fuera de control.
Mientras ese silencio duraba y nadie se atrevía a hablarle a los vecinos congregados, los policías se pertrechaban con escudos, máscaras, palos, escopeta y gases. Nunca palabras. Lo que siguió fue la única respuesta que el Estado parece tener.
A las piedras de los vecinos le contestaban descargas de balas de goma y gases lacrimógenos. Como dice una canción «Piden una ayuda pero a todos les resbala / La seguridad de su país solo regala balas».
En estos momentos los procedimientos judiciales se realizan en la ciudad de Junín. En tanto que la conmoción en Rojas continúa y para esta tarde a las 16 horas se ha convocado una marcha que reclamará #JusticiaPorUrsula.