La Feria del Libro Infantil que se desarrolló hace una semana en Chacabuco, organizada por el Jardín Pasitos, la escuela Madrigal, la Jefatura de Inspección y el área de educación municipal, contó con la visita de José Luis Gallego, narrador oral que ya anteriormente había visitando la ciudad.

Gallego se dedica a contar cuentos, por eso le gusta llamarse «cuentero» al rescatar un arte milenario en el que se usa solamente la palabra y la imaginación.

En nuestra ciudad contó cuentos en la Feria a cientos de niños que pasmados no le quitaban los ojos de encima. «Les cuento cuentos de diferentes tipos, en general cuentos pensados para su edad, para los ojitos que yo veo. Los voy eligiendo depende los niños que vienen y lo que yo siento que ellos pueden necesitar«, cuenta Gallego. «Los pibes viajan, el tiempo transcurre distinto y ante todo, de pronto aparecen unos silencios que las mismas señoritas se miran así, de reojo, como diciendo ‘¿que está pasando?’. Yo creo que lo que está pasando es que en ese momento estamos todos metidos en el cuento, entonces ya no somos ni alumnos, ni señoritas, ni cuenteros, si no somos el cuento y estamos viendo lo que va pasando ahí» explica Gallego la suma concentración que todos brindan a sus cuentos.

Nos cuesta escucharnos

Su tarea, señala, «tiene que ver con instalar espacios de escuchas, que es algo de lo que estamos bastantes carentes y en general damnificados especialmente los adultos y eso cae como catarata a los niños. Nos cuesta mucho escucharnos: porque le estamos prestando atención a otra cosa o porque sencillamente mientras el otro está hablando uno esta pensando quizás qué va a preguntar«.

Con respecto a lo que cada cuento transmite gallego sostiene que «son los cuentos los que van instalando esos mensajes», y se mostró en disconformidad con los cuentos que buscan transmitir una moraleja, es decir, darle un único sentido a un cuento desde lo moral: «creo que los cuentos, que la literatura es la multiplicidad de sentidos posibles frente a una idea. Eso es lo que despierta en el niño, la niña, que hace que se pregunten ‘pero ¿qué me quiso decir? Pero yo pienso esto, pero aquel piensa otro…’ Eso abre a una posibilidad de opciones infinitas y que eso ayuda a desarrollar la idea propia, la individualidad, la individuación de ese niño o niña, más que la masificación, en donde en general el sistema educativo está inmerso«.

De gerente de ventas a narrador

Gallego contó que su interés por estas técnicas surgió de un maestro de 7º grado Juan Marcial Moreno «que vino y me contó cuentos y años más tarde me forme con él, en el instituto Summa».

Pero sus inicios como cuentero es como adulto. «Yo era gerente de ventas de una empresa gráfica grande en zona sur, en Wilde. Hacía libros, revistas, diarios, había sido vendedor y no era del todo feliz. Ahí yo ya había escrito un librito de cuentos para adultos y los empecé a narrar, me reencontré con mi maestro, que ya estaba pelado, y empecé a estudiar con él. A la segunda clase le pregunté, si a él le parecía que yo podía vivir de esto, teniendo ya 2 hijas y entonces me dijo que sí. Empecé a formarme, a contar, a ir a colonias, acá y allá y de a poco hasta que de golpe ya estoy, eso se volvió mi vida. Creo que un trabajo que me estructuro, en el trabajo como narrador también, fue el taller en la unidad penitenciaria N° 48 de José León Suárez, donde funciona una sede de la Universidad de San Martín y se estudia la carrera de sociología. Ahí, dentro de los talleres extracurriculares, yo propuse este taller de narración con el objetivo que las personas que estén presas, como mínimo, como primer objetivo, como primer paso puedan contarle cuentos a sus hijos, para de ahí en adelante poder hacer un recorrido en esto, en la individuación, que es la misma del niño, que es la misma de todos».

El arte: un estado como el amor

Gallego es un hombre reflexivo sobre su arte y oficio, ante la pregunta acerca de cuál es el la utilidad de lo que hace, contesta ingeniosamente. «El arte no es tanto como una herramienta, como si fuera un cuchillo que uno usa y después de haber lavado se guarda en el lugar de los cuchillos. El arte es más bien un estado para mí, como el amor, es más bien como una enfermedad, como una hepatitis. Es algo que te toca y no te lo podés sacar de encima así como así, es algo que si no vas para ese lado, no sos… Los artistas en general tenemos un problema con eso, estamos en un estado de sufrimiento muchas veces hasta que no podemos expresar y publicar y mostrar eso que hacemos, porque no alcanza con hacerlo, hay que mostrarlo, no alcanza con mostrarlo, hay que ver qué le pasa al otro y ahí se arma todo una bola y una cadena del arte. Entonces te diría que más que un sentido, tiene como un montón de sentidos. El arte no podría no hacer esto, que tiene que ver con poder transmitir, contar, con tratar de llevar a las personas a un estado, con poder escribir cosas que a mí me divierten o me entristecen. Tratar que otro sienta todas esas cosas no sé si las hago con un sentido. Las hago porque no las puedo dejar de hacer, no me queda otra, estoy como condenado, como quien tiene una causa, bueno, yo tengo esa causa, que tengo que ir y laburar«.