Mucho se habla que esta pandemia vino a hacernos replantear como individuos, como sociedad. A la educación, al trabajo, a las relaciones con los adultos mayores. Y mientras unos rescatan miradas positivas hay otros que enfocan los aspectos negativos de esta vida en pandemia.

Pero lo que no hay dudas es que todo ha puesto en el centro de las consideraciones a la vida misma, una vida que incluso nos cuesta pensarla en toda su dimensión, entre tantas historias, dolores, pérdidas que no nos dejan mirar para otro lado.

Por eso nuestro entrevistado, el investigador, docente, fonoaudiólogo y escritor argentino Carlos Skliar, pide disculpas si «puede parecer poco concluyente mi tono de incertidumbre, de ambigüedad, de no poder ser más eficaz en las respuestas a las preguntas». Entre tantas afirmaciones intenta reflejar la diversidad de experiencias: «la pandemia ha mostrado ese aspecto de lo humano, que es su fragilidad, su impotencia, lo que no se puede».

La Posta consultó a Skliar sobre la vida y la educación en esta pandemia. Lo que pudo haber revelado sobre las instituciones educativas, sobre los intereses y derechos de los niños, relaciones positivas que puedan sacarse y los cambios que podría proponer para implementar en nuestra educación.

Por último contamos que Skliar es además investigador principal del CONICET y del Área Educación de FLACSO y recientemente publicó Mientras respiramos (en la incertidumbre) por la editorial Noveduc.

-Sobre el sistema educativo ¿Qué fue lo que reveló en esta pandemia?

-Bueno a ver, vamos por partes… cuando uno habla del sistema educativo tiene que hablar de infinitos subsistemas ¿no? El sistema así planteado es abstracto, es genérico y hay varios subsistemas que son los que van determinando una política pública, un trazado que frente a la pandemia se encontró como todos nosotros individual y colectivamente perplejo, boquiabierto, ¿qué se hace como sistema delante de la suspensión o el cierre de las escuelas y la ilusión de una continuidad pedagógica? Creo que primero hay que partir de eso, una situación compleja para la gestión, evitar discutir que para la gestión esto ha sido todo un desafío sería como dar por supuesto que aquí no ha pasado nada, y sin embargo se vive a ciencia cierta que para la idea de sistema la pandemia ha puesto como una interrupción, como un movimiento inesperado que hizo que las reacciones estuvieran en el día a día tratando de ver cómo resolver los problemas más evidentes. Eso por un lado. Y por otro lado yo creo que el sistema educativo venía por un proceso de mucha inequidad, de mucha desigualdad que más allá que la pandemia ha evidenciado para todos lados y en todos los sistemas, no solo en el educativo, en el de salud, en el cultural, en el social, en el económico. Me parece que la idea de descansar en la conectividad fue una medida necesaria pero muy precaria, lo que de alguna manera impidió que se pudiera hablar solo de la continuidad pedagógica, ahí el sistema creo que no percibió que la idea conectividad iba a generar recorridos muy diferentes. Ahora sí que lo entienden y ahora sí que intentan resolverlo probablemente a partir del año que viene con varios proyectos, varios programas. Pero en el fondo creo que lo que quedó manifestado es que hay un abandono, una deserción. El sistema privado parece haber continuado con todas sus estructuras y estrategias, y lo público ha quedado dividido y fragmentado, una vez más, entre los que pudieron continuar, los que estuvieron con muchas experiencias discontinuas, los que se vieron interrumpidos y los que cayeron en el vacío. Me parece que ese es el paisaje es ese retrato del sistema educativo ahora. Y es muy difícil plantear el reencuentro partiendo de cero, partiendo de un plano de igualdad que es lo que la educación debería hacer, que es partir de una idea de igualdad como para dar la idea de comienzo de una idea pareja, de una forma más o menos justa.

-Y en este sentido ¿cuál es su opinión con respecto a aquellos que creen que la pandemia postergó los intereses y derechos de los niños y niñas, de jóvenes también?

-A ver, la pandemia instaló una situación de desolación, enfermedades, muertes, de precariedad en el sistema de salud, de precariedad en el sistema social. Aquí los educadores y educadoras han hecho una actividad desmesurada y yo no sé si plantearlo de ese modo. Se ha postergado la vida de todo el mundo, sobre todo de la gente que lamentablemente ha fallecido y es uno de los efectos la postergación de una vida cotidiana normal que por supuesto ha creado soledad, angustias, disturbios psicológicos, suicidios, pero me parece que hay que plantearlo de un punto de vista general. Yo no creo que la pandemia se haya ensañado voluntariamente, es el sistema cultural y social de nuestros países el que administra, distribuye y presta atención y subraya las zonas más frágiles de la población. Porque del mismo modo podríamos decir que la clase trabajadora quedó postergada en sus derechos, que las amas de casas o la señora de limpieza o los educadores en sus salarios, todos han quedados postergados, los comerciantes… Claro que desde el punto de vista educativo uno presta atención a las poblaciones nuevas, a la población infantil y juvenil. Hay algo inevitable en la pandemia, no se puede ir contra una pandemia en sentido de atribuirle a la pandemia voluntad propia.

– En un año tan difícil en todos los aspectos que nombrás ¿Qué reflexiones positivas se pueden sacar?

-Yo he tenido como mucha dificultad para, por un lado, el optimismo de algunos, la idea de que cuando esto pase seremos mejores. He tenido mucha prudencia pensado en la cantidad de gente infectada, fallecida, la pérdida de seres queridos que todavía continúa. Me parece que va a haber que despejar un poco más adelante, cuando esto sea un recuerdo, un mal recuerdo. Ver qué ha quedado, qué paisaje ha quedado adelante de nuestros ojos, entre los que han podido sobrevivir. Desde el punto de vista educativo desde ya lo más positivo fue la vuelta a la esencialidad de los educadores, de las escuelas, la idea de que no se puede hacer escuela de cualquier manera, la idea de que los educadores no quieren educar de cualquier manera. Cierta política del cuidado y de la compañía que creo que han sido muy significativo. Pero te confieso honestamente que me cuesta en este momento hacer como una especie de balance, me parece que la situación aún no está resuelta, al contrario, que demorará, que para ver para atrás yo todavía estoy muy hundido en el presente.

-Para cerrar, con respecto a educación ¿Cuáles son los cambios que proponés o aquellas cosas a tener en cuenta en la pospandemia o si continúa el año que viene?

-Por un lado veo que ya hay como una polémica a propósito de lo que fue, para este año algo provisorio, tratar de comunicarse como se pueda, buscar a los estudiantes, realizar ciertos tipos de actividades con ciertos tipos de formatos… Algunos se han acomodado muy bien, hasta yo diría de una manera superflua o ingenua, y están planteando como una especie de continuidad de esta forma de educación, lo he visto en la región, no solo en nuestro país. Valorar la idea de escuela en las casas, cuando en realidad yo creo que la escuela es un lugar de comunidad no solo de educación individual. Entonces me parece que lo primero tendrá que ver con preguntarse dónde están los que se han ido, creo que ese tiene que ser el punto de partida. Porque sin el habrá un mal comienzo, un mal reencuentro. Y por otro lado, si hay algo que se puede aprender de este dolor, de esta incertidumbre, tiene que ver con una especie de pregunta que se la puede hacer cada uno pero también hay que hacerla en conjunto que es sobre la vida esencial y el mundo esencial. Sobre qué tenemos que cuidar del mundo y en qué sentido nos tenemos que cuidar del mundo. De tal manera que creo que la educación está enfrente a una tensión que va a surgir sin duda entre insistir en los formatos tecnológicos, a seguir con el utilitarismo del conocimiento, o hacer el viraje hacia una escuela más humanista, más de comunidad, más de recuperar la lectura, la filosofía, el arte y no volver a caer en la trampa de esa especie de educación que lo único que intenta es formar individuo para el éxito económico que luego es un fracaso generalizado.

-¿Algo más que quieras agregar?

-Quizás yo diría que mi tono de incertidumbre, de ambigüedad, de no poder ser más eficaz en las respuestas a las preguntas que me planteás tiene que ver con un lenguaje de incertidumbre, de dudas, de haber escuchado y seguir escuchando muchas historias dolorosas, de anhelar un encuentro y no sentirme impotente. Creo que también la pandemia ha mostrado ese aspecto de lo humano, que es su fragilidad, su impotencia, lo que no se puede. Y me parece que hay que reflejarlo de una manera lo más sentida y respetuosa posible, para no caer en esta trampa de puro optimismo o puro pesimismo ¿no? Así que pido disculpas si mis respuestas son en este tono tembloroso.