Científicos del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) lograron desarrollar un tipo de combustible con los carozos de durazno y damasco que produce una biomasa con el poder calórico necesario para hacer funcionar a una fábrica entera. Su combustión es casi perfecta, ya que casi no produce humo, y lo que queda es apenas un 3% de cenizas que se sirve para neutralizar el agua residual de la planta.

La energía es utilizada por una fábrica de conservas de Maipú en Mendoza, que la utiliza como suministro para funcionar principalmente durante el invierno cuando la tarifa del gas es más elevada en esa provincia. La homogeneidad y la estabilidad de los carozos hacen de ellos una biomasa fácil de adaptar y adoptar.

De esta manera, la conservera Angiord, al desarrollar este combustible trabajando en conjunto con el INTI, se dio el lujo de ahorrarse hasta un 25% de metros cúbicos de gas, manteniendo los costos de suministros del servicio controlados. El proceso de transformación en energía comienza con los carozos de las frutas que son enlatadas en esa planta durante el verano. Por un lado disminuye la emisión de dióxido de carbono y por el otro se transforma en insumo lo que antes era un material de descarte, permitiendo lograr la utilidad no solo en la producción, sino también para la reducción de los desechos industriales.

Algunos de los cambios que se introdujeron en la planta fueron máquinas trituradoras de cáscaras de nuez, que fueron adaptadas para los carozos en vez, y también se adaptó la caldera y se fabricó un quemador correspondiente.