Por Roberto Antonini
Hay autores, literarios y cineastas, que tienen «el oído atento» a esas pequeñas historias, que rozan el rango de leyenda, y que pueden transformarse en un libro o en una película.
Para los primeros, podemos mencionar a Hombres buenos de Arturo Pérez Reverte; para los segundos a Sidney Sibilia y su filme La increíble historia de la Isla de las Rosas.
El director se topó con ese tipo de historias, épicas, reales, humanas, que solo un espíritu curioso verá como algo digno de ser contado, “allí hay algo” parecería ser la frase de cabecera de estos “cazadores de tesoros”.
En la década del 60 el ingeniero Italiano Giorgio Rosa, desafió al escepticismo y el desgano, con un proyecto románticamente libertario: crear un Estado Independiente donde la única norma sería que no habría normas. Dicho sueño se concretó con la difícil construcción de una plataforma de 400 metros cuadrados en aguas internacionales, frente a las costas de Rímini, a 6 millas de la costa de Romaña.
Las dificultades no solo fueron de ingeniería, también políticas. Allá por 1968, la iniciativa no fue del agrado del gobierno italiano, quien se encontró en la disyuntiva de intervenir fuera de su territorio, «en un estado independiente», pero con ciudadanos que eran italianos.
La utopía de Rosa de ser aceptado por la ONU y el Consejo de Europa, incluía: un idioma oficial (el esperanto), un sello postal propio, habitantes permanentes y un gobierno unipersonal.
La serie que se estrenó en Netflix el 9 de diciembre pasado, triunfa en mostrar el contexto de época, turbulento desde el punto de vista político y juvenil. Visualmente es magnifica y cautivante, con una banda sonora que remite a la década en cuestión y una abundancia de tonos pasteles.
El director, Sibilia, eligió trabajar el filme desde la comedia, a través del absurdo, lo cual le da un tono ligero, pero poco comprometido con la Épica de la temática; Rosa apodado «el príncipe de los anarquistas» no se muestra como tal. Quizás ese apodo, fue utilizado más por los medios de la época, o peor aún por el conservador gobierno italiano de entonces, y no se corresponda con la verdadera ideología del soñador y aventurero Giorgio, fallecido en 2017.
Para que aquellas personas, que en una parte de su ser, sueñan con Revoluciones, con volver a ciertas libertades primigenias desafiando al poder estatal, el filme puede resultar «agridulce» o decepcionante; para los que solamente buscan entretenerse con un curioso hecho real, estarán satisfechos.
La última sonrisa del protagonista resulta como un Final Feliz, pero para «El Príncipe de los Anarquistas» no lo fue…