La muerte del fiscal Nisman amaneció a todos el 18 de enero de 2015, cuando los emdios alertaron que su madre, Sara Garfunkel, lo había encontrado muerto en su departamento, precisamente dentro del baño todo ensangrentado.

Por entonces, el fiscal estaba preparándose para presentar ante el congreso un informe que contenía información lapidaria acerca del memorándum de entendimiento con Irán, que la entonces ex-presidenta Cristina Kirchner había acordado con aquel país para tomarle declaración a algunos testigos de la voladura a la embajada de la AMIA.

Nisman había sido durante varios años jefe de la fiscalía especializada AMIA, creada para la investigación del atentado ocurrido en 1994, que no tuvo avance alguno mientras el fiscal estuvo a cargo de la investigación.

La serie de hechos truculentos que rodearon la investigación lo constituyen en lo que será uno de los hechos más controvertidos de la historia del siglo XXI.

La primer hipótesis que se barajó, y de la que no había dudas al respecto, fue la del suicidio. Nisman se habriá disparado en el baño, en una posición que lo empujó contra la puerta del mismo, la casa estaba cerrada por dentro y la presencia del arma en el interior coincidía con los rastros en sus manos. No había rastros de una segunda persona.

El primero en ser investigado fue el informático Diego Lagomarsino, quien le prestó a Nisman la pistola, explicando que se la pidió porque tenía miedo.

Mientras la fiscal Viviana Fein estuvo a cargo de la investigación, esa fue la perspectiva con la que se encaró la investigación. Pero sin embargo, las cosas cambiaron cuando Mauricio Macri ganó las elecciones.

Rápidamente, la causa por el Memorándum de Entendimiento con irán (que investigaba Nisman), como la propia muerte del fiscal comenzaron a tener sus giros.

Así fue que tras ser desestimada dos veces la denuncia que el fiscal Nisman impulsaba contra Cristina Kirchner, el juez Claudio Bonadio entendió que había razones para investigarse.

Y la causa por la muerte de Nisman comenzó a girar hacia la demostración de un asesinato. Así fue que se ordenaron nuevas pericias realizadas por Gendarmería que concluyeron en la evaluación de un posible asesinato que habría sido encubierto.

Para ello se habría gozado de cámaras que no funcionaban, se habría falsificado la hora de deceso, en realidad posterior a la informada y se alejó la investigación de las escuchas de las llamadas telefónicas que el fiscal habría tenido en las horas previas.

Al punto de hoy, la investigación es prácticamente pura ciencia ficción. Las dos posiciones tienen argumentos, aunque el suicidio pareciera la posibilidad más convincente.

Pero la justicia, una vez más deja mucho que desear. Un sistema que consume gigantescos recursos que financiamos y no puede establecer la verdad en un caso de extrema importancia para la vida política de nuestro país.