Ayer por la mañana, cerca del mediodía, se produjo un altercado de importantes consecuencias entre una preceptora y una directiva, a la que luego se incorporaron sus cónyuges en defensa. El episodio comenzó por el toque del timbre según contaron a este medio algunos presentes, cuando la preceptora en cuestión dio la orden para que se toque el timbre y aun no era la hora, la directiva le reprochó la actitud, lo que detonó una discusión por situaciones previas acerca del desempeño de la preceptora y las actitudes para con ella de la directiva. Esto terminó con un episodio de desmayo protagonizado por la preceptora por lo que se procedió a llamar la ambulancia, pero antes de que esta llegue la preceptora se reincorporó y volvió al ruedo para agredir a la directiva.

Luego el altercado continuó cuando se trasladaron al hospital y entraron en escena los maridos, donde inclusive se informó que hubo un episodio de violencia de género. Todo el episodio en la escuela se desarrolló ante la expectación de los estudiantes y de los docentes que miraban sin salir del estupor.

La reflexión que queremos compartir es desde qué lugar los adultos podemos enseñar o responsabilizarnos si protagonizamos este tipo de acciones que desprestigian las instituciones, a los docentes y son un pésimo ejemplo para los estudiantes a quienes siempre se responsabilizan de la violencia en las escuelas. Por lo visto, la cosa es más compleja de lo que se dice.