A raíz de los recientes hechos de discriminación hacia Lucas Pérez de público dominio, y la posterior discusión en video entre el dueño de ese boliche (Diego Cuozzo) y Mariano Pérez, éste envió a nuestro medio una reflexión acerca de la discriminación.
Desde muy niño, tuve un peluquero que terminó siendo mi amigo, desde los 3 hasta los 23 años. Se llamaba José Luis, era muy buena persona, talentoso (había trabajado con grandes personalidades de la revista y de la televisión), y también era gay.
Ser gay en los 70s, 80s, no era lo mismo que ahora; los varones nos nutrimos socialmente con un imaginario atroz y las mujeres, lo mismo. José Luis se paraba a la tardecita en la esquina de Porteño a tomar el fresco, quizá a regodearse la vista, como le gusta hacer a la mayoría, y muchas de las personas que pasaban, lo esquivaban, hasta los conocidos bajaban la mirada. Mi madre me habló sobre lo triste que era eso desde que yo tenía 3 años, y desde chico entendí que estaba mal que eso suceda.
Un día, cuando tenía 22 años, y tiempo antes de caer en una internación, yo me había ido de mi casa, encerrado en mi adicción. Me fuí a la peluquería a pasar un rato, me corté el pelo, y me preguntó qué me pasaba: «me fuí de mi casa», le contesté. «¿Cuál fue el motivo?», lo miré y con tristeza le dije: «cocaína». Me abrazó y me dijo «quedate tranquilo, mirame a mí». «¿Y qué pasa con vos José?». Y (por primera vez en todo ese tiempo, hablamos de esto) «Soy gay. ¿Vos sabés el infierno que es ser gay en un lugar como este?». Y me contó una a una las discriminaciones a las que había sido sometido él y los que como él elegían esa manera de disfrutar su vida. Poco después, valiéndose de ese prejuicio, lo internaron en Open Door. Una amiga lo encontró por casualidad y le preguntó, «¿que hacés acá José Luis?». «Y, yo soy gay y me encanta y no lo oculto, por eso me internaron… por loco».
Tiempo después ya internado en una clínica psiquiátrica por la mencionada adicción, una noche de verano, un enero, quedé en una sala de actividades a solas con otro chico que estaba en la clínica. Me pregunta porqué estaba ahí. Le contesté, y yo le pregunto lo mismo, y me dijo: «Discutíamos mucho con mi mamá, y yo no la quiero hacer enojar. Le pregunté, mamá para quedarte tranquila, ¿vos que preferís tener un hijo homosexual, o un hijo psicótico? Y bueno, Mariano, aquí me ves».
Doy gracias a las décadas pasadas donde todo eso fue cambiando para mejor. Primero de a poco, con más fuerza con los derechos otorgados por el pueblo entero que nos ponen en el lugar de donde nunca debimos ni debemos salir, en el de la igualdad ante la ley.
Es por eso que cuando me entero y veo claramente que un señor, por el solo hecho de ganar dinero, es capaz, en el año 2018, de manipular con su poder la opinión pública provocando numerosos actos de dolor, me digo, «que esto sirva para que no lo haga nunca más, y que todos seamos conscientes que no debemos permitir que nadie nos trate con una expresión discriminatoria». Y si así lo hicieren, y no enmendasen sus actos repulsivos, aplicarle la fórmula de Nietzche para los que producen dolor: Denuncia judicial y exposición social.
Mariano Pérez