Mientras todos duermen, y apenas unos pocos recién se acuestan o se levantan, José despacha el diario que acompañará el desvelo o el desayuno. Llueve o truene, con frío o calor. Así, hace 40 años mantiene un oficio del que ya pocos quedan, el de canillita, o vendedor de diarios.

Cuando empezó, a los 21, José Vaninetti no imaginaba que ser «canillita» sería su vida, y que ese oficio le daría todo lo que los grandes hombres simples pueden añorar: el cariño de la gente.

Porque su oficio no es uno más, es exigente y supone sacrificios. Tal vez, porque hoy no tenga el resplandor de otra época pueda pasar desapercibido, pero ¿qué sería un mundo sin canillitas? ¿Cómo llegaría el diario? ¿A qué hora se enteraría de esas noticias?

José sabe que es indispensable. Su llegada a cada domicilio en medio de la madrugada lo convirtió en un trabajador especial, el nexo informativo entre la gente y la industria periodística.

Pero también disfruta de su oficio. Más audaz que el cartero, tiene clara su responsabilidad informativa, sabe que lo esperan y que cada cliente, cada vecino tiene su charla, una conversación particular.

El paso del tiempo cuajó grandes relaciones, simples y hermosas de las que está lleno nuestro querido Chacabuco: «Todos los lunes voy a tomar el té con un matrimonio, desde hace cuarenta años. Ellos me esperan a las cuatro de la tarde. Charlamos y compartimos buenos momentos. Hace cuarenta años que voy todos los lunes».

Los invitamos a leer y compartir esta nota al canillita de La Posta, José Vaninetti.

-Contanos un poco sobre el trabajo del canillita, ¿cuánto hace que empezaste, siempre trabajaste de lo mismo?

-Yo trabajaba en una fábrica en Chacabuco, en ese tiempo estaba de novio de quien ahora es mi señora y su tío tenía un kiosco de diarios y revistas. En aquel tiempo había muchos repartos y me regaló un reparto de diario, ahí empecé.

Ya hace más de cuarenta años que me dedico a esto, fueron momentos difíciles porque no sabía nada de diarios, ni siquiera los leía. Pero me fui haciendo, fui ganando mucha experiencia. En aquellos tiempos los vendedores de diarios eran gente muy grande que no pisaban la tierra, repartían todo por el asfalto. Cuando yo empecé, había mucha tierra porque hasta algunas avenidas eran así, y ahí empecé a ganar mucha cantidad de clientes. Así me inicié. 

Con un afán de poder tener más y más, los domingos que son los días que más se vende, terminaba el reparto y me iba a la entrada de Chacabuco. Ahí vendía diarios a los que entraban a la ciudad, y después si me quedaban algunos me iba a la vía que va a Chivilcoy y vendía los últimos.

Después a Chacabuco llegó La Quinta que es La Razón, y me iba a vender al tren. Yo empecé así, llegué a vender muchísimos diarios. En aquel tiempo se vendían muchísimos en la calle, que ahora actualmente en la calle no se venden. Quedan los que realmente pagan mensual o semanalmente. 

-¿Con qué diario arrancaste?

-Empecé con Clarín, La Nación, el Popular, el Chacabuco, Ámbito Financiero. Todavía no había salido el diario De Hoy.

-¿Cuántos años tenías?

-En este momento tengo 61 años, así que hay que descontar cuarenta años para atrás. Siempre me levanté muy temprano, yo arrancaba a las dos de la mañana, llegaba a mi casa a las doce, volvía a salir a las tres y media de la tarde y volvía a mi casa a las ocho.

A la tarde me dedicaba a cobrar, algunos te pagaban el diario mensualmente, otros semanalmente y por día. Entonces tenía que estar cobrando a la tarde.

-¿En qué hacías los repartos?

-Empecé en bicicleta, hasta que vendí cada vez más entonces me compré una motito que era para repartir. Fui el primero que empezó a repartir en moto. Desde ahí fue muy distinto, ahorraba mucho tiempo. Cuando iba hasta la ruta, por ejemplo, venía más descansado. 

-Prácticamente viste crecer la ciudad, ¿no?

-Yo a Chacabuco lo conozco muy bien, conozco los barrios, a la gente. Hay un adelanto, hay más asfalto, cambió muchísimo. Lo digo en cuarenta años, no de ahora.

-Formaste parte de un sindicato de canillitas, ¿cómo se formó?

-Hubo una reunión de todos los canillitas de acá e iban a elegir a una persona. Me eligieron a mi que era el secretario general en Chacabuco, yo viajaba todas las semanas a Junín porque dependíamos de allá. 

Después tuve un problema en el corazón y abandoné, quedó otra persona que siempre me acompañaba. 

Actualmente ahora no vendo más diarios de la capital, hace un año que me agarró un ACV. Gracias a Dios me estoy recuperando bastante bien y me dedico solamente a repartir el diario De Hoy con alguno que me ayuda. 

En el Sindicato hacíamos una reunión mensualmente y explicábamos de todo lo que se trataban las reuniones en Junín.

En aquel tiempo nosotros ganábamos muy buen dinero porque teníamos mucho más porcentaje. En la tapa del diario no venía el precio como ahora

-¿Sabés cuántas personas hay en Chacabuco vendiendo diarios?

-Cuando yo empecé había gente que hacía mucho tiempo que estaba: Cirigliano, Vespasiano, Carmona, Muñoz, Bertani, Dattoli, Cuozzo, esos eran los que estaban cuando yo empecé. Ahora debe haber cuatro o cinco personas que reparten, y kioscos quedaron muchos menos.

-¿Siempre trabajaste de esto? 

-Yo trabajaba en el mantenimiento de la fábrica Basile, cuando me salió este trabajo expliqué a los dueños y me dieron la posibilidad de que reparta y después cumpla el horario

Hasta que llegó un momento que no podía cumplir más con ese trabajo por todo el reparto que tenía, entonces abandoné. 

Lo elegí, eran otras épocas, se vendía mucho. Si te dedicás de lleno al diario te quita muchas cosas de la vida, te quita encuentros, reuniones, fiestas, siempre estás mirando la hora porque tenés que irte.

Lo bueno de mi trabajo es que me hice toda una casa, viví bien. Tengo dos hijos, estudiaron, se recibieron. Eso para mí y para mi señora es un orgullo. Siempre tenés que tener al lado alguien que te acompañe mucho. Mi señora siempre me ayudó mucho.

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-¿Cómo ves la actualidad, sabiendo que hay cada vez menos diarios en papel y más en formato digital?

-Cuando yo empecé la gente leía mucho. Los chicos no leen el diario, todos se manejan con el celular, yo lo veo bárbaro porque va cambiando todo.

En este momento, cuando la gente grande es cada vez más grande, se va achicando mucho. Yo en un tiempo llegué a vender 258 Clarín los domingos, era una locura. Yo no sé si en este momento llega a esos números.

El papel es lindo, es como un libro. Te podés sentar, leer, repasar. Internet está bueno también, no hay que ser antiguos. Para mí viene desapareciendo. 

Estoy muy agradecido a toda la gente que estuvo tantos años conmigo. Hace tres años hice una reunión con la gente que me compraba desde hace treinta años, eramos 190 personas. Para mí fue algo bárbaro, poder agradecerle a esa gente por tantos años comprándome el diario.