Ayer la corrida cambiaría que el gobierno alentó durante meses, finalmente se produjo.

El dólar trepó hasta los 62 pesos y el riesgo país en una hora creció 350 puntos básicos. El Banco Central intervino tarde y en beneficio de las agencias financieras. Remató dólares, subió la tasa al 74% y luego el presidente dio una conferencia donde culpó al kirchnerismo.

El episodio algunos ya lo interpretan como el comienzo de una crisis de alcances incalculables que el macrismo logró disfrazar durante varios meses gracias al financiamiento externo del FMI.

Las encuestas falsas, que daban una diferencia de 4 puntos (el resultado arrojó 15) para Alberto Fernández, también jugaron su papel tranquilizando a los grandes empresarios extranjeros.

Pero el episodio ahora le significará durísimas consecuencias al pueblo argentino. Ayer básicamente se produjo una fuerte devaluación del peso. Ahora se espera que se traslade a los precios del mercado interno.

Prestos, los grandes distribuidores y fabricantes, pusieron a andar las máquinas para remarcar.

Los primeros que reaccionaron fueron las cadenas de alimentos, el segmento más sensible, que afecta a los más pobres.

En Chacabuco, comerciantes y empresarios de diferentes rubros, ya fueron notificados de los nuevos aumentos, que escalan hasta un 20% de acuerdo al rubro.

Si son bienes electrónicos que provienen de la importación registra el aumento máximo, porque directamente cotizan en dólares.

Sobre las razones, el presidente ayer responsabilizó a Alberto Fernández, por haber ganado las elecciones.

En realidad, para quienes comprenden de economía, la reacción era obvia. Como el macrismo ha garantizado con su proyecto económico grandes ganancias a los empresarios financieros (bancos, financieras, tarjetas, corredores, tenedores de bonos), estos ahora ven peligrar ese privilegio.

Mientras en Argentina cierran más de 30 empresas por día, y se despiden trabajadores a toda hora, esas empresas ganaron dinero.

Por eso el presidente señaló que el mundo no le tiene confianza al peronismo. En realidad, como Alberto Fernández prometió hacer de la producción y el trabajo el eje de su gobierno, está claro que la economía de un eventual gobierno suyo no favorecerá a los sectores que ganan dinero a costa de las deudas.

El mensaje de los mercados ayer fue que extorsionarán al gobierno hasta el último día, y demostraron que el rumbo económico argentino no está en manos del actual presidente, sino en la voluntad de los mercados internacionales.

Si lo quiere, podrían producir una crisis comparable a la de diciembre de 2001.

Estos nuevos remarques, como mínimo, ya amenazan cortar la cadena de pagos, crear problemas en la liquidez de los cheques y complicaciones las ventas a plazo. Las tres vertientes podrían ser mortales para los pequeños comercios.

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