El amor por su nombre
Por Andrés Russo*
El verano juega con los amantes mientras ellos, creen, que están definiendo su futuro. El verano europeo en el que transcurre Llámame por tu nombre de André Aciman no es la excepción, pero posee las características propias del viejo mundo, en particular, la sensación de melancolía altamente estilizada. El éxtasis y la decadencia. Un malestar semejante al que Thomas Mann supo inmortalizar en La muerte en Venecia. Se ha dicho de la novela de Aciman, entre tantas otras cosas, que es una resignificación de la de Mann para nuestro tiempo posmoderno. No es nuestro propósito aquí abrir esclarecer lo profundo, superficial, justo o injusto de esa comparación, pero ustedes pueden leer ambas novelas y sacar sus propias conclusiones. Algo que sí tienen indiscutiblemente en común es que los dos textos han tenido una excelente adaptación cinematográfica (en el caso de la célebre película de Visconti hay quienes opinan que el resultado es superior a la creación original de Mann).
La novela de Aciman, que originalmente se publicó en 2007, fue llevada al cine por Luca Guadagnino en 2017, ofreciendo un resultado que es, cuando menos, embriagante. Embriago de sensualidad, de exquisitez, de rodeos y rituales de cortejo donde lo bello se esparce por doquier, con sus infaltables intrigas. Sueños que parecen que llegan hasta el cielo y más allá. Llámame por tu nombre irradia desde sus páginas la posibilidad de alcanzar un amor de ensueño, que debe medirse con los complejos matices de la realidad. Sexo y amor convergen, no piensen que todo quedará en un abstracto y soporífero idilio, pero la frivolidad que suele acompañar a un roce ocasional aquí es reemplazado por la contundencia de una cicatriz, porque Aciman siempre escribe sobre cómo el tiempo limita nuestras posibilidades de amar o de ser amado. ¿Qué sería del amor sin el tiempo de lo oportuno y, también, del destiempo? Los personajes de Aciman rumian continuamente ese interrogante. Solo anticipamos que el balance entre miradas, evasiones, encuentros e inteligentes líneas linda con lo perfecto, como pocos textos lo han hecho en las últimas décadas.
Guadagnino, que no renuncia en su filmografía a la exuberancia que satura lo bello con ambición y maestría, supo capturar en fotogramas la alternancia entre las tribulaciones de la pasión con el sosiego de la sensibilidad erudita. Y, por supuesto, si algo ayuda es que Italia sea, una vez más, el escenario para amantes y amados en su mutua y frenética búsqueda. ¿Qué buscan? Por momentos no lo saben, en otros prefieren no saberlo. La duda alimenta la hipnótica lectura en la que Aciman nos presenta. ¿Aceptarán vivir la aventura?, ¿será suficiente con los límites de lo furtivo? ¿Quiénes son ellos?
Elio, un joven italoamericano y prometedor pianista de diecisiete años, hijo de un erudito profesor que acostumbra recibir cada verano a un joven académico en su casa para que prosiga por algunas semanas con su investigación a cambio de que lo ayude con algunos menesteres menores. Estamos en los años ochenta y el visitante durante el singular verano en donde se desarrolla la atribulada trama es Oliver, de veinte y tantos años, un académico estadounidense en formación que busca sondear en los herméticos pensamientos de Heráclito (y en los suyos propios, no menos oscuros que los del filósofo de Éfeso). Comienzan así lo que serán sucesivos encuentros y desencuentros, la danza del deseo, de los temores, de los celos, de la indiferencia como táctica de conquista y, en definitiva, de todo lo conocido para intentar atraer a alguien aunque, a veces, el acercamiento acabe en alejamiento. Los amantes suelen jugar prematuramente sus cartas.
Texto donde todas estas cavilaciones filosóficas tienen su justo lugar para dar paso al vértigo del tacto y de otros sentidos no menos importantes, pero eso, como la justificación del título, ya son parte de la médula, de la exquisita pulpa, de Llámame por tu nombre.
¿Leer el libro antes de ver la película? Suelo recomendar ese camino, pero en mi caso me sucedió al revés sin ningún efecto colateral. Muy por el contrario, la viví como una experiencia que se continuó entre diferentes lenguajes.
La banda sonora de Sufjan Stevens, Mystery of Love, completa, junto a la belleza natural y la interpretación carismática de Timothée Chalamet como el joven Elio, la fragancia del amor. ¿A qué huele? Elio y Oliver son buenos perfumistas, se los aseguro. Dejen que ellos los guíen hasta dar con los componentes y las proporciones para un meditado e inolvidable arrebato. Y tal vez algo más…
Llámame por tu nombre – Tráiler Oficial
Mystery of Love de Sufjan Stevens
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