Lucas Bettoli dialogó con La Posta y reflexionó en una entrevista presencial que terminó con un mail que, aseguró, le nació escribir a raíz de los temas hablados.

Bettoli es docente de nivel superior, y se desempeña en el Instituto de Formación Docente 131 como en la Universidad Tecnológica Nacional. Cuenta con una extensa trayectoria vinculada a la pedagogía y la didáctica, áreas que conforman el campo del aprendizaje común para todos los estudiantes.

Reproducimos algunos fragmentos, el resto verá la luz el próximo domingo. En esta primer parte fue consultado acerca de la educación hoy y en qué ha cambiado desde que el nuevo gobierno asumió. Cuánto pesa la historia en la tradición educativa y cómo se plantea el escenario de desafíos en lo futuro.

¿Cuál es la situación de la educación hoy?

Es una pregunta que posiblemente todos nos hagamos con más o menos frecuencia, tanto quienes nos dedicamos a esto como aquellos que no, pues a todos nos atraviesa por muchas razones. Por lo que depositamos allí como expectativa, como alternativa, como responsabilidad o como pozo ciego de todos los males de la sociedad.

En la idea de transmisión generacional, la educación tiene las funciones de conservación y de transformación (o la posibilidad de ello), y en esa tensión se va dirimiendo históricamente, aunque parece que hoy los cambios son más vertiginosos y a gran parte de las generaciones adultas parecen no alcanzarnos las herramientas para hacer pie ante las exigencias de quienes tenemos delante. Y ahí otra tensión, ¿la educación debe responder ante los otros o debe dar respuestas sin preguntar?

La educación como una oportunidad al otro

Me gusta pensar que la educación es la oportunidad que damos al otro de ser parte del mundo.

Cuando digo mundo hablo de ese entendimiento que tenemos respecto del sentido de estar, de existir como individuos y como sociedad. En ese mundo, nos hacemos lugar, tanto como le hacemos o no lugar a la existencia del otro; así como el otro nos ubica en algún lugar también: par, parte, extraño, peligroso, enemigo, ignorante, ignorado, carente, posibilidad o  imposibilitado, referente, autoridad, des autorizado (puede usted agregar el adjetivo que considere pertinente).

Si bien la educación se define en tiempo presente, hay dos dimensiones inexorables desde donde se define: desde la definición del pasado y desde la concepción del futuro -también como mundos subjetivos- y allí radica la primera disputa en términos políticos.

Es en el marco de esas dimensiones, donde las Leyes definen un mundo y al otro en ese mundo.

“Caer en la educación pública”

Desde los inicios de nuestro sistema educativo, la mirada hacia el otro se funda entre la civilización y la barbarie, entre educables y no educables, entre quienes merecían y no merecían participar del mundo. Pero también se definía, hacia adentro de quienes tenían lugar, cómo era posible esa participación. Por poner un ejemplo, la Ley 1420 de Educación Común del año 1884, en su artículo 6º, establecía diferencias entre la educación de los niños y las niñas respondiendo justamente  al lugar que se consideraba que cada uno debía ocupar en la construcción social.

Dando un salto importante, pero para ir a las últimas décadas de nuestra historia, la Ley Federal de Educación Nº24195 del año 1993, no fue sancionada y aplicada sin resistencias. Nuevamente la definición del mundo en el marco de políticas neoliberales, llevó a una clara diferenciación entre quienes podían acceder a los servicios privados de educación y quienes no tenían otra opción que ‘caer en la educación pública’, fuertemente desfinanciada por el Estado –muchos se acordarán de la carpa blanca frente al Congreso. La fragmentación social, la fragmentación de la infancia. Escuelas privadas para unos, galpones para otros (diría Lewkowicz). Poco más de una década después, la Ley de Financiamiento Educativo del año 2005, incrementó significativamente la inversión del Estado en educación, y la Ley de Educación Nacional 26.206/06 y la Ley Provincial 13688/07, daban otro marco en la definición de la mirada hacia el otro, al tiempo que inauguraba quizá la mayor revolución educativa luego de la Ley 1420: la extensión de la Obligatoriedad de la Educación Secundaria.

El otro se define como sujeto de derecho y el Estado como garante de la educación pública, sólo posible a partir de una escuela que retome el camino de la centralidad de la enseñanza. En ese marco, el Diseño Curricular para la Educación Primaria dice: La responsabilidad social de la escuela -hasta ahora no cumplida suficientemente- consiste en restituir el derecho a aprender -y a seguir aprendiendo- a los sectores sociales que tradicionalmente no dispusieron de él. Es necesario que los alumnos/as signados por experiencias diversas construyan o recuperen en la escuela la confianza en su capacidad de aprender. Para que esto sea posible se requiere que los adultos confíen…”.

Dos definiciones de los otros: el otro educando y el otro educador, que se encuentran en un aula para tener lugar en un mundo posible. Poco más de una década después, nuevas reformas. No de Ley, sí de diseños desde donde empezar a construir, por ejemplo, la Secundaria 2030. No hay muchos elementos aún para evaluar nada, pero si de concepciones del otro se trata, permítaseme la duda cuando el principal ideólogo de esta reforma manifestó que en materia educativa se trata de una “nueva campaña del desierto”, o que “a ese pibe le podés dar un plan social, pero esa plata la va a usar para comprar balas”. La pedagoga Graciela Frigerio decía: cualquiera podrá descreer del futuro. Jamás un educador.