¿Alguna vez pensó en recibir una llamada donde le informan que un familiar ha sido víctima de un suceso fatal como el que vivió Gabriela Scalise, la mujer asesinada por su expareja ayer en nuestra ciudad?

Pues ahora piense que se entera de esto a través de las redes sociales de algún medio periodístico, porque esto es lo que sucedió con uno de los más cercanos familiares de Gabriela.

Luego de concretarse el ataque ayer por la tarde, los medios de comunicación de nuestra ciudad, ansiosos por sacar partido de los vecinos sedientos de noticias, informaron mal y con escaso o ningún criterio periodístico, pusieron en riesgo a la familia de la víctima y complicaron el accionar de la justicia difundiendo información falsa o sin autorizar.

Minutos después de perpetrado el hecho, la mayoría de los medios confirmaron la identidad de Gabriela y la información médica. Tras ingresar gravemente herida, Gabriela falleció. Esa información no fue corroborada a ningún medio por las autoridades, únicas fuentes que en un hecho en curso de investigación pueden confirmar tan grave suceso.

¿Cómo la obtuvieron? Extraoficialmente, lo que no es grave. Lo grave, parece, es olvidar el manual de responsabilidad periodística y los cargos que ostentan los que dan lecciones de periodismo a otros medios de comunicación.

Esa información fue publicada. Cuando todavía se buscaba a Adrián Cipolla medios locales desesperados por la primicia confirmaron la identidad del agresor, difundieron imàgenes de la escena del crimen, y confirmaron que Gabriela había fallecido en el hospital producto de las heridas de arma de fuego.

Todo sin palabras oficiales, ni parte médico oficial. Este medio se comunicaba en esos mismos momentos con toda la cúpula policial, de seguridad y de salud. Ninguno, nadie, confirmaba el deceso porque se estaba en la búsqueda del agresor.

Así supo un cercanísimo familiar de Gabriela la noticia: por un medio de comunicación.

Al poco tiempo, las autoridades no tuvieron más remedio que confirmar oficialmente el deceso: la prensa los desbordaba.

Mientras se buscaba intensamente a Cipolla, los medios sedientos pescaron otra información: dos cartas dejadas por el atacante a sus hijas o hijos donde anunciaba un trágico final.

Según la estadística, entre el 15% y el 20% de los femicidas terminan por suicidarse. Por lo que lo más probable era que el desenlace fuera ese.

Sin que se haya encontrado el cuerpo, pero como existían las cartas que sólo la policía vio, lo dieron por muerto. Lo publicó un medio de comunicación radial tradicional de la ciudad en su Facebook y el derrotero fue obvio, la falsa noticia prendió como reguero de pólvora. Incluso se afirmaba que había sido hallado en la laguna de Gómez. Sin palabras.

Otro medio fue criticado con dureza por titular «Falleció Gabriela Scalise». En realidad, fue un femicidio. Entre las críticas hubo algunas deshonrosas, de quienes haciendo lo mismo intentaron hacer leña del árbol caído.

Tras el hallazgo, la competencia por el sensacionalismo llevó a que otro medio publicara la foto donde dentro del auto se ve a Cipolla muerto.

Recién después de eso se comunicó oficialmente con un escueto parte, donde la prensa municipal sostuvo que fue caratulado como homicidio.

¿Carátula de homicidio? Exactamente, el suicidio del agresor extingue la acción penal, ya que no hay a quien juzgar o condenar, y no se considera el caso como femicidio. Según se entiende, esto distorsiona las estadísticas que conocemos produciendo un subregistro de los casos.

Chacabuco se consternó por el femicidio. Ante esa consternación, ante el dolor de los familiares y los amigos, varios medios permanecieron ajenos, y las autoridades inmóviles hasta este momento.

Ayer quien entendía en la causa era el fiscal Nicolai, ahora la causa está manejada por el fiscal general Mastrorilli, con asiento en Junín, lejos de Chacabuco donde los vecinos marcharán esta tarde pidiendo justicia.