A 40 años del 24 de marzo de 1976, fecha que marcó el inicio del Golpe Cívico-Militar al que la sociedad a través de su lucha le dijo “nunca más”, este hecho forma parte de la historia argentina pero a la vez hoy se hace presente entre nosotros por medio de aquellos que buscan a sus familiares desaparecidos, de quienes encarnan el relato de los sobrevivientes al horror, de quienes vivieron entre el miedo impuesto, y de quienes trabajaron y se educaron con la arbitrariedad de la disciplina, porque a decir de León Gieco “la memoria despierta para herir a los pueblos dormidos que no la dejan vivir”.
Hoy las condiciones políticas, sociales, económicas y culturales distan mucho de los actos de terrorismo que eran ocultados, silenciados, y susurrados; hemos transitado la Ley de Punto Final y de Obediencia Debida, pero también el reconocimiento por parte del Estado de los reclamos de los organismos de derechos humanos, los juicios a los genocidas, y la reconstrucción del relato de la historia que silenciaba a sus responsables, al punto que el ex Presidente Néstor Kirchner pidió perdón públicamente en nombre del Estado argentino.
Días antes a la cuestionada llegada del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a nuestro país, el Estado norteamericano anunció la decisión de desclasificar documentos militares y de inteligencia que permitan investigar el apoyo de éste país a la dictadura argentina. La noticia da respuesta al pedido que por primera vez, en 1999, realizaron el CELS y Abuelas de Plaza de Mayo. Sin lugar a duda, este paso constituye un avance para reconstruir la historia, pero a la vez significa una base indispensable para asumir una postura crítica frente a las relaciones internacionales que ha trazado nuestro país y pensarlas en el presente. Estados Unidos, como gran potencia mundial, protagoniza un discurso de cooperación con países que aún están saldando deudas con el pasado, tal es el caso de la visita de Obama a Cuba para iniciar el fin de bloqueo a la isla, una imagen que recuerda la labor de la Alianza para el Progreso quien de la mano del desarrollismo intentaba socavar el avance del comunismo, y por si fuera poco, el Plan Cóndor, que permitió la coordinación de los procesos dictatoriales en América del Sur.
Es el pasado entonces el que debe permitirnos formular el presente, el que debe permitirnos interrogarnos por la visita de este presidente negro que alguna vez se soñó, y el que debe permitirnos seguir luchando por una sociedad que se proyecte sobre el respeto sobre los derechos humanos como condición. Dr. Rubén Darío Golía