La única historia que existe escrita y documentada sobre los orígenes de Chacabuco y su localidad cabecera, nos habla de los hombres y las mujeres simples que habitaron este suelo. No casualmente, esa obra está escrita por un hombre simple, el profesor Oscar Ricardo Melli que dedicó su vida a investigar. Me refiero al libro Guardia Nacional. «Orígenes del partido y ciudad de Chacabuco».
Publicado por el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires en el marco de la conmemoración de los 100 años de la fundación del partido de Chacabuco, seguirá siendo por muchos años más la obra fundamental y de referencia para el que quiera conocer el pasado y presente de Chacabuco.
Hoy 55 años después, hay que insistir con lo que allí está escrito en vista de las versiones idealizadas que se repiten sin pensar acerca de las circunstancias que dieron origen a Chacabuco. Esta relectura de Guardia Nacional será un poco de viento para este nuevo look con el que se quiere peinar a la historia.
Usualmente se escucha que Chacabuco, por ejemplo, nació como una iniciativa para poblar las tierras de más allá de la frontera o en la propia frontera con los pueblos originarios. Pueblo, no está demás decirlo, que tras doscientos años eran conocedores de cómo manejarse con la “civilización” y qué esperar de ella.
Todo parece indicar que la razón fue otra, de carácter urgente, palabra que siempre descubre el interés político. Lo que llevó al gobierno provincial a decidirse por demarcar nuevos partidos en estas zonas fue el plan de otorgar tierras como premio para alentar la incorporación de labriegos como soldados que arriesgaran sus vidas en el más vergonzoso episodio que sudamérica ha enfrentado, la Guerra de la Triple Alianza.
La forma en que evolucionó la propiedad de las tierras fue uno de los intereses centrales del profesor Melli en su historia, donde se explica cómo primero pasaron de ser públicas a privadas, y cómo con el paso de los años fueron objeto de una creciente especulación como una fuente de conflictos.
Poblamiento y fundación
Melli en su libro también rescató del injusto olvido a quienes ya poblaban este suelo antes de la fecha fundacional. A pocos meses del decreto del 24 de febrero de 1865 que fijó los límites de Chacabuco, el Juez de Paz de Salto (“bajo cuya autoridad estaba momentáneamente adscripto el nuevo partido”) comunicó al gobierno la resistencia de un grupo de cultivadores (alentados por un procurador) a ser desalojados en un campo que “acababa de adquirir” Patricio Lynch.
De estos hombres libres, arraigados a un suelo que conocían como sus manos, apenas sabemos sus nombres. Probablemente esas familias se habían instalado huyendo del trato que dispensaba el servicio en la frontera y la guerra.
Según Melli «se cerraba así un nuevo e ingrato capítulo de la historia de nuestra campaña». Un capítulo que debiera tenerse en cuenta si hablamos sobre cómo «se pobló» o nació Chacabuco.
Estos hombres y mujeres, calculados en setenta, defendieron con su vida lo único y poco que tenían. Eligiendo resistir a la autoridad «pública» (por entonces muy mezclada con los intereses privados), dejaron testimonio de su existencia que Melli recoge en su libro: «A fines de julio el Juez del Crimen concedió la excarcelación que solicitaron varios de los procesados y la causa quedó paralizada. Casi huelga decir que los agricultores fueron desalojados sin más trámite, sus modestos ranchos reducidos a escombros».
La tragedia de las Toscas
A poco de haber sido fundado Chacabuco como partido, el 5 de agosto de 1865, las noticias daban cuenta de las dificultades que el Estado tenía por delante y de las demoras en concretar la fundación la localidad cabecera. En efecto, un partido nuevo, sus tierras necesitaban la seguridad que el Estado proporciona para constituirlas en propiedad privada, y que por lo tanto, cobren valor.
Testimonio de esa dificultad, es lo que se llamó «Tragedia de Las Toscas», que Melli describió: «un desgraciado hecho criminal turbó la tranquilidad de la campaña, esparciendo la alarma y la consternación de los pobladores».
El 7 de noviembre de 1865 una partida de indios amigos a los que las autoridades de la frontera habían dado un salvoconducto, persiguieron unos reseros que arreaban una tropilla de 200 caballos. Les dieron alcance en inmediaciones de la laguna y los asesinaron.
Uno era un vecino reputable, lo que produjo el horror de los afincados en la zona, y el otro un gaucho «sin domicilio fijo» pero a la vez con «declarada guerra al indio». El temor fue mayor cuando se conocieron los detalles sangrientos que incluía el descubrimiento de los cadáveres lo hicieran quienes daban un paseo.
Las autoridades vieron lo sucedido como un obstáculo para «garantir debidamente la propiedad rural», según las palabras del Ministro de Gobierno Pablo Cárdena a los jueces de Paz de la Frontera Oeste. El ministro en parte, señala Melli, responsabilizaba a los jueces de Paz y les recomendaba tener una relación amistosa con el indio.
El hecho tuvo tal repercusión que parece haber terminado por dar nuevo impulso a la creación de la localidad cabecera concretada unos meses después, en febrero de 1866.
Fundaciones
«Fundación» es una palabra que invita a pronunciar discursos que toquen los sentimientos. Por eso con cada aniversario se busca revivir ese momento. La solemnidad de los actos que la conmemoran contrastan con lo efectivamente sucedido, si nos guiáramos por Melli.
Para que se creara el primer asiento de una población estable, además del decreto que autorizaba la fundación de «Guardia Nacional» (la localidad cabecera que luego devino en llamarse Chacabuco), debían cumplimentarse varios pasos administrativos.
Cuando «ya estaba todo preparado para la ceremonia formal de la fundación», escribe Melli, el 5 de febrero de 1866 se reunió la comisión encargada en las inmediaciones del lugar elegido como centro del pueblo según el departamento topográfico. También lo acompañaba un pequeño grupo que conformaba la Comisión de Obras Públicas y otros 22 vecinos. Pero el punto exacto marcado por la autoridad provincial cayó en una cañada. Por lo que exigió un cambio.
Luego de un recorrido buscando el lugar apropiado se decidió emplazar el centro la plaza principal a unos 670 metros al sudeste de la primer señal, donde se clavó una estaca de ñandubay.
Nadie mejor que Melli para cerrar el significado de aquel hecho y dar las características de sencillez y trabajo que caracterizan al habitante de Chacabuco: «El pueblo nacía a la vida en ceremonia de sencillez ejemplar sin la solemnidad de las fundaciones clásicas y con el horizonte ilimitado de la pampa como único marco».
Prof. en Historia David Chiecchio / davidchecho@gmail.com