El índice de inflación anual para todo 2018 se acerca al 48%, es el peor nivel desde el año 1991 cuando superó el 60% e incluso más alto desde el salto inflacionario del 2002, luego de la megadevaluación cuando el precio del dólar se fue de 1 a 4 pesos.
La diferencia radica en que por aquel entonces las tarifas congeladas y la recesión galopante que afrontaba el país impidieron un traslado a precios plenos.
Sin embargo, algunos especialistas sostienen que si se segmentara la canasta de acuerdo a a los consumos de una familia tipo, la inflación debería estar por encima del 50%, tocando el 60%.
Según se estima, si la amrca no fue mayor es porque hubo una desaceleración de un 2,5% en diciembre. Entre otros factores, jugó positivamente la disminución del precio de las naftas, el hecho de que no había ajustes tarifarios previstos y sobre todo la estabilidad del tipo de cambio.
Sin embargo, el ajuste del 2018, detrás de la brutal escalada del dólar, trajo consigo aparejado la pérdida de poder adquisitivo del salario real, y con ello el aumento de la canasta básica lo que impacto de lleno en la caída del consumo, especialmente en alimentos.
Para este año el Gobierno estimó en el Presupuesto 2019 un nivel de 23%, pero los analistas creen que se ubicará más cerca del 30%. Aunque si debiéramos guiarnos por los pronósticos del gobierno, deberíamos dudar de esta cifra también.
Muy atrás en el tiempo quedaron aquellas estimaciones del Banco Central, que arrancó con metas de inflación del 10% que más adelante fueron corregidas por la Casa Rosada al 15%. Pero no fue ni uno ni otro. Finalmente, el índice terminó más que triplicando aquella estimación.
La economía argentina volvió a quedar muy lejos de lo que sucedió con la inflación en la región, donde en todos los países los índices se ubicaron en menos de 10% y en muchos de ellos incluso abajo del 5% (Paraguay, Bolivia, Colombia, Perú y Chile, por ejemplo, también Brasil).