(Publicado originalmente el 27 de enero de 2019)
El cuerpo del fotógrafo Jose Luis Cabezas apareció calcinado en su auto el 25 de enero de 1997. En ese mismo instante, todas las miradas se postraron sobre el empresario menemista, Alfredo Yabrán, quien era la cabeza de todo un imperio oscuro en la «década perdida» de nuestro país.
Su poder era tal que gozaba decir que «Ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía». Pero el 11 de marzo de 1997, la revista Noticias, publicó en la tapa la foto que José Luis Cabezas le había tomado en las playas de Pinamar durante el verano anterior.
Andrea Biordo, esposa de Yabrán, quien presenció los últimos momentos del empresario, vive en Gualeyguaychú y busca como sea evadir el tema con la prensa: «Es un tema que ya está. Cuesta todo, pero es un tema del que nunca se hizo nota de nada y yo voy a seguir así, como quedó todo», aseguró.
Sin embargo, como la prensa no descansa hasta tener las declaraciones que quiere, le preguntaron si en todo este tiempo sigue comunicada con la familia Yabran. Respondió: «Eso no te lo pienso contestar. De lo que pasó de su familia yo ya no sé nada, es un tema con el que hay que terminar. Nos queda un recuerdo impecable de Alfredo».
Otros miembros de la familia que también no quieren saber nada de los medios son los sobrinos del oscuro empresario. «Es un antes y después de esa fecha». Son las palabras con las que se refiere una de las sobrinas del empresario quien también reside en Gualeyguachú.
Ya han pasado mas de 20 años del momento en que Yabrán, prófugo de la justicia por sus responsabilidad en el crimen de José Luis Cabezas, se quitó la vida. Pero la desconfianza y el «miedo» aun siguen rondando por la mente de la familia Yabrán.
Miguel Cosso, comisario jubilado de Gualeyguaychú, estuvo en el operativo de allanamiento a la estancia San Ignacio el 20 de mayo de 1998. Él fue el encargado de forzar la entrada al cuarto donde se encontraba Yabrán en el momento del suicidio. Esta fue su declaración: «Luego de haber revisado toda la estancia y las habitaciones continuas. Habíamos dejado para el último esa habitación. Cuando entramos, ahí se escucha un disparo fuerte, una escopeta con dos caños ¡Imagínese! Fue una frenada como de colectivo, no sabes lo que pasa, si están tirando ahí o qué fue lo que paso. Ahí ya lo vimos tirado boca abajo con la escopeta debajo de su cuerpo».
Tal vez pueda ser la historia de una familia más, que busca la paz en el silencio de los medios. Si no fuera porque a la muerte de Alfredo Yabrán las investigaciones llegaron a conluir los fuertes vínculos de la estructura delictiva de la que formaba parte con el lavado de dinero y el narcotráfico a gran escala.