A Julieta Venegas lo del dime con quién te andas y te diré quién eres le encaja bien. Su primera gira fuera de México fue con Andrea Echeverri y Los Fabulosos Cadillacs ; de Charly García aprendió temprano que el piano suena bien en el rock, y Gustavo Santaolalla y Cachorro López la apadrinaron y la vieron crecer. Compositora compulsiva y multiinstrumentista, la artista (Tijuana, Baja California, 1970) cantó junto a decenas de figuras de América y Europa y disfruta del intercambio con otros. Tras su paso, ayer, por Córdoba, presentará hoy en Rosario (en el Auditorio Fundación) su último disco, Algo sucede, nominado a los Grammy latinos en dos categorías: mejor álbum del año y mejor álbum de pop rock. Mañana, actuará en el Gran Rex, a las 21. «Llevamos un año tocando este disco y tenemos bien calentito el show», dijo la cantante en una visita a esta Redacción. De oscuro, como sus ojos, en zapatillas y portadora de una cierta elegancia natural, la artista habló sobre cómo vive la música y lo que espera de los shows en el país.

-¿Cómo te sentís cada vez que pisás la Argentina?

-Siento una gran familiaridad con la gente y el lugar, y musicalmente me encanta. El público es ideal: eufórico y exigente. Esta vez, llego con muchas ganas de presentar el disco. Cada concierto es una conquista y me quiero volver a ganar al público.

-Publicado en 2015, este disco, en el que vuelve a sonar el acordeón y en el que reflexionás sobre el paso del tiempo, el amor y los problemas de tu país, resultó otro gran éxito. ¿Quedaste contenta con el resultado?

-Sí, el éxito para mí es eso: hacer un disco que me guste, no cuántos lo escuchen. Eso viene después. Además, para el show, con canciones de este disco y de los anteriores, se armó un buen repertorio.

-¿Cómo es la relación con tus discos? Pasado el tiempo, ¿los ves con cariño?

-Les tengo cariño, pero no los escucho. Cuando termino de producirlos, para mí se termina el interés, porque es un poquito como verte en el espejo, no le encuentro una sorpresa. Si bien me gusta cantar mis canciones, no me gusta escucharlas. Es como ver fotos viejas: dices cómo se me ocurrió ponerme eso, aunque representa lo que eras.

-¿Sabés de antemano cuando una canción va a ser un hit?

-No, nunca me pasa. Nunca sé muy bien qué va a pasar con las canciones cuando las escribo. Me gusta escribirlas, que los coros sean lindos y las canciones redondas, que se sostengan.

-Te movés en distintos estilos y apostás por las fusiones. Aun así, ¿lo tuyo es y será el pop?

-No sé si el pop o la música popular, me gustan las dos cosas. Creo que el pop viene de lo popular. Mis influencias van de lo más mexicano a otras cosas. Mi ambición siempre fue ser compositora y buscar la mejor forma de contar historias, y eso coincide con la música popular, o pop. Empecé a cantar porque quería escribir canciones. Experimento mucho.

-Tenés una vastísima formación musical, pero has dicho que, una vez que entraste en el rock, no volviste a ir a clases. ¿Qué es lo que no se aprende en los ambientes académicos y sí en la calle?

-Tomé clases con maestros y estudié violonchelo en una escuela en Tijuana tres años, pero no pude seguir porque no había maestros allí y al DF no me llevé el chelo. Para mí, fue muy importante esa formación clásica, pero con la combinación de un poquito de calle las dos cosas hacen la cosa más rica. La música es también intuitiva, no sólo académica.

-¿Cómo es la relación con tus tres maridos: el piano, el acordeón y la guitarra; de amor-odio con alguno, de dependencia?

-Soy una pianista que se disfraza de acordeonista y de guitarrista. El piano es el instrumento en el que compongo y en el que me refugio. Sigue siendo mi primer amor y es el que más he desarrollado. Después me vino la inquietud de hacer arreglos y me acerqué a otros instrumentos.

-Admirás a Charly, otro pianista, ¿en qué te diferenciás de él a la hora de abordar el piano?

-La diferencia es que él es un genio y yo soy una persona normal que escribe canciones. Para mí fue muy importante descubrir su música: alguien que hacía música de piano pero rock, otra forma de componer.

-¿A qué otros argentinos admirás mucho?

-Spinetta es increíble. Luego, Francisca y los Exploradores, Diosque, Los Auténticos, Babasónicos…

-¿Nunca pensaste en explorar más el folklore mexicano?

-Tomo elementos de la música norteña o rancheras en mis canciones, no como género, porque la ranchera requiere un tipo de voz que yo no tengo. Me gustan las canciones, pero las llevo a mi estilo. Soy más intérprete. Por ejemplo, las canciones de José Alfredo en México estamos acostumbrados a escucharlas en voces como la de Vicente Fernández, con más voz, pero a mí me encanta cantarlas y las llevo a otro lado.

-¿Se siguen censurando en México algunos narcocorridos por lo que denuncian sus letras?

-Hay varios niveles de eso. Algunos los cantan, como Los Tigres del Norte, que empezaron cantando temas como fronterizos sobre el contrabando y así, pero algunos se han vuelto muy violentos y alimentan la parte más fea que tenemos ahorita como país. No estoy a favor de la censura, pero tampoco de empujar la violencia, es un tema difícil de explorar.

-¿Cómo llevás la fama?

-La ignoro lo más posible. Me permite dedicarme a la música, pero no es un fin para mí, no me interesa ni soy extrovertida, entonces cuando la gente me reconoce a veces me intimida un poco.

-En el Unplugged presentás a Marisa Monte como una de esas voces que «te marcan el alma, que te llegan profundísimo». ¿Con qué otras voces sentís eso?

-Con Juan Gabriel, que se acaba de ir. Con Caetano Veloso, Carla Morrison, Silvia Pérez Cruz.

-En breves palabras, cómo definirías a estos artistas con los que cantaste: Albert Plá, Alaska, Andrea Echeverri, Diego Torres, Kiko Veneno, La Mala, Bunbury, Mercedes Sosa y Vicentico.

-Albert es un genio, con grandes letras, un gran actor y lo quiero un montón; Alaska me encanta, y Olvido es una mujer curiosa y culta; de Andrea aprendí mucho, de sus letras, personalidad y estética; Kiko Veneno es superactivo, me encanta; de La Mala me hice superfan, con su voz aguerrida y su personalidad, a la vez femenina; con Diego tenemos muy buena onda; Bunbury es un ejemplo de lo que quiero hacer como artista, lo que él hace, cómo construyó su carrera, es supercurioso y siempre está al día; de cuando canté con Mercedes tengo uno de los recuerdos más lindos de mi vida y Vicentico me parece increíble.

-¿Qué opinás del muro que quiere levantar Trump?

-Lo que menos necesita el mundo ahora es que Estados Unidos tenga un presidente así, que manda un mensaje de agresión y xenófobo, opuesto a lo que necesitamos ahorita.

-¿Se imagina componiendo a los 90?

-Creo que la música no tiene edad. Hago música arriba y abajo del escenario, es una parte muy grande de mi vida cotidiana, escucho música todo el tiempo. Me gusta mucho también hacer cosas instrumentales, sobre todo componer especialmente para teatro y cine. Lo que sí creo que me puede llegar a cansar a la larga son los viajes, que puedo decir: está padre, pero ya está, además extraño mucho a mi hija.

Fuente: La Nación