Por Andrés Russo

Acerca de lo poderoso y literariamente conveniente de situar una historia en una isla, sea del tesoro, misteriosa, de un ermitaño o de un extraño doctor, ya nos han convencido Stevenson, Verne, Defoe y Wells, respectivamente. Stephen King puede añadirse a la lista. Para que el agregado a semejante plétora de titanes literarios resulte plausible el lector intelectual debe, al menos por un momento, abandonar sus prejuicios sobre el maestro del terror contemporáneo. El hombre que desde Nueva Inglaterra ha cautivado al mundo, con una obra impactante y que, es verdad, alberga por momentos un brillo dispar. Laiseca, que no puede ser tildado de inhábil, señalaba que habría que poder escribir un par de cientos de páginas como hace King, con notable facilidad y eficacia, para luego poder criticarlo como banal, frívolo, efectista o meramente comercial. Esto último es lo que menos suelen perdonarle a Stephen King: su descomunal éxito. No es un demérito que en una obra que lleva medio siglo vendiendo millones de ejemplares quepan los momentos virtuosos, que contribuyeron a definir los temores de varias generaciones, y también los desaciertos estéticos. En cualquier caso, King no deja a nadie indiferente. En mi caso me convertí en un lector de su obra siendo ya un adulto. Sin embargo, no necesité leer King para que el payaso Pennywise fuese la cifra de mis miedos de infante. La latente presencia de lo innominado, de aquello a lo que, a lo sumo, se lo puede nombrar como «eso» («It«) es una presencia que permanece viva como todos los temores atávicos que atraviesan, atemporalmente, lo humano. La figura del payaso se bosqueja en el borde entre lo atractivo y lo siniestro, lo familiar y lo extraño. King es un gran sociólogo popular. Pocos escritores han logrado tal grado de influencia en nuestra vida cotidiana.

Hay otros personajes no menos icónicos que el célebre payaso como lo son la atormentada Carrie White (encarnada por Sissy Spacek en el célebre film Carrie de Brian De Palma); el alcohólico con ínfulas de gran escritor Jack Torrance (inmortalizado por Jack Nicholson en El resplandor de Stanley Kubrick) y la enfermera y abnegada fanática Annie Wilkins (consagrada en la inolvidable interpretación de Kathy Bates en Misery). Entre todas estas creaciones hoy quiero destacar la muy sólida novela Dolores Claiborne publicada en 1992 que, acaso, sea de los trabajos de King que dejan satisfecho por igual tanto a sus lectores incondicionales como a los que lo leen con recelo. La novela, como suele suceder con muchísimos de los títulos de King, fue llevada al cine en 1995 preservando el título en su idioma original (en español se la puede encontrar como Eclipse total) y cuenta en el papel de Dolores con Kathy Bates, pero a diferencia de lo que sucedió con Misery, la película resulta algo fallida, aunque siempre es recomendable apreciar el soberbio talento de una actriz que, como Nicholson o Hopkins, ha logrado pulir la locura hasta convertirla en una obra de arte de consumo masivo.

Little Tall es una isla ficticia que King sitúa en su estado natal, Maine, al que conoce y sabe aprovechar como nadie. La trama es, de alguna manera, la autobiografía de Dolores Claiborne, tal su nombre de soltera, o Dolores St. George si consideramos el de casada. El juego es pertinente, ya que buena parte de esta novela trata acerca de la búsqueda de una mujer por ser ella misma; por ser, a secas, Dolores. Autobiografía porque así puede ser leída, pero es, en rigor, una visceral confesión que la protagonista realiza frente a las autoridades de la isla, que siempre han sospechado, con buenas razones, que Dolores tenía cuentas que saldar con la ley. ¿Con qué ley?, ¿por qué ofensas? Dolores es una mujer que fue indiferente para la justicia cuando fue ella la víctima, pero que es señalada y perseguida cuando su vida y la de su hijos, en especial la de Selena, se ven amenazadas. Selena es una adolescente que a lo largo de los muchos años que la novela cubre se convertirá en una adulta que se alejará de la isla y, por ende, de su madre, pero que es central para entender las motivaciones e infatigables luchas de Dolores a lo largo de los años. ¿Qué más necesitamos para entender a Dolores? Bastante, no es una mujer simple a pesar de su limitada educación y de que precozmente se haya visto casada con Joe St. George, a quien en algún momento amó como solamente puede amarse un gran acierto o un gran error, para dar a luz, siendo aún muy joven, a la tan especial Selena. La falta de dinero condiciona al matrimonio St. George y lleva a Dolores a trabajar como doméstica en la casa de la mujer más temida de Little Tall, la implacable Vera Donovan. La típica señora de pueblo: altanera, severa, despiadada, rica y necesitada de la aprobación de un marido que siempre la ignoró. La tensa relación entre Dolores y Vera, que abarca décadas, recorre un amplio espectro que va desde lo siniestro y opresivo hasta lo desopilante y lo compasivo. Ambas mujeres construyen un sostén mutuo, en el que cada cual carga un considerable caudal de frustraciones, más allá de las notables diferencias sociales. Hay puntos de convergencia en todas las vidas, por más disímiles que parezcan. Vera Donovan intentó ser libre y no sabemos hasta qué punto lo consiguió, mientras que Dolores consiguió su libertad y la de Selena, pero debió pagar un precio considerable por ello. Tan grande fue ese precio que tuvieron que pasar treinta años y algunos trágicos sucesos para que Dolores pudiera hablar acerca de lo que todos sospechaban. Ella convertirá el rumor en verdad, aclarando los tantos con el pueblo y con ella misma. ¿Y con Selena? Hará el valiente intento, una vez más. Dolores Claiborne posee la tenacidad de los derrotados que no admiten su condición y que la alimentan a fuerza de necedad. La composición de estos elementos arroja un personaje que oscila entre lo trágico y lo grotesco. Dolores, empecinada como es, no aceptaría esta precaria disección. 

Hay un instante en el que una vida puede dar un vuelco de liberación. Un eclipse solar y uno de los afilados comentarios de Vera Donovan fue lo que Dolores Claiborne necesitó para comenzar una nueva vida: “La ley es algo genial, ¿verdad, Dolores? Y que un hombre malo tenga un mal accidente también es algo genial a veces.” Verdad que lo es. Todo lo demás que necesitan saber, que es ni más ni menos que la articulación precisa de los acontecimientos, está en la novela.

King no puede (ni tampoco debería) escribir como otro. No es Lovecraft, no es Poe, es él mismo, que suele ser lo más difícil de lograr. El terror sobrenatural es el subgénero más infravalorado en la historia de la literatura. Poe triunfó porque su producción fue temáticamente diversa y fundacional para varios géneros. Lovecraft ganó su prestigio a medida que lo extraño se hizo un lugar en la cultura contemporánea, pero no fue un éxito en vida. En definitiva, el prosista de lo raro siempre se expone a una crítica feroz e inmediata. La prosa, en general, gana o pierde en los primeros rounds. King suele buscar con rapidez el knockout. Lo consigue muchas veces en base a técnicas que ha ensayado y perfeccionado con el tiempo. Si se copia a sí mismo lo hace muy bien, porque siempre hay algo fresco en sus textos. Sabe mantenerse fuera del pozo (¡lea la novela y entenderá!). Debe ser muy duro subirse al ring contra la mejor versión de uno mismo. Aceptemos con generosidad el resultado de semejante lucha.

Si quieren ver  “Dolores Claiborne” o “Eclipse total” doblada en castellano les dejamos el siguiente link de fácil y seguro acceso: https://ok.ru/video/1450372500222. También pueden ver el trailer, pero solo está disponible en inglés.

Trailer: