Debido a la pandemia de coronavirus gran parte de la comunidad debe permanecer dentro de sus hogares para preservar su salud y la de quienes lo rodean. Por esto, y ante la imposibilidad de salir, nuestras rutinas diarias se vieron completamente modificadas.
Nadie desconoce que en muchos casos este aislamiento se vive con angustia, inseguridades o padecimientos, no menores, todos consecuencias del encerramiento y cómo afecta la salud mental.
Buscar actividades y alternativas es una buena posibilidad. Nosotros te invitamos a estimular la imaginación, viajar con la mente y enriquecernos en el aislamiento, compartiendo lecturas.
Cada viernes les compartiremos reseñas enviadas por lectores o invitados sobre obras, autores y libros que leyeron y quieran compartir.
Escribe: Ornella Benvenuto – Estudiante del Profesorado de Lengua y Literatura.
Oliverio Girondo y su Espantapájaros, una denuncia poética a la monotonía desde el humor absurdo e irrespetuoso.
Me pidieron que en estos tiempos de incertidumbre y encierro recomiende una obra literaria, y como la poesía y el humor han sido mi refugio y escudo ante las desgracias humanas (que nos atraviesan hoy -y siempre-), opté por dejarles al polémico Girondo y su Espantapájaros, ya que considero que en este libro se encuentran los elementos más ingeniosos de la sátira, que abren camino hacia un nuevo modo de escribir y pensar la poesía. Quizás Espantapájaros pueda sacarles una sonrisa.
Oliverio Girondo supo expresar en Argentina con poesía lo que los bufones de la comedia del arte en el medioevo: una forma absurda y satírica de ver la vida, de llevar al extremo y a la exageración las situaciones, emociones y sentimientos, pero a través de la escritura. El poeta nos muestra que la automatización de lo cotidiano termina por tornarse cómica, nos presenta una estética novedosa, urbanista y moderna, siendo uno de los pioneros del arte vanguardista en la Argentina de los años ’20, que logra introducir e impregnar de humor la poesía.
En dicha época, Girondo integra en Buenos Aires, junto a otros escritores conocidos como el Grupo Florida, la revista Martín Fierro, en la cual el 15 de Mayo de 1924 escribe y publica el mediático “Manifiesto de Martín Fierro”, artículo que simboliza las características más esenciales del movimiento vanguardista que comienza a desplegarse en el país. En el mismo nos anticipa el camino que seguiría estilísticamente y expone sin tapujos una humorada acerca de lo catedrático y de lo tradicional: «…frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca…«; a la vez que satiriza sobre la hipocresía de las familias de clase alta de la época, de lo nacionalista, y hasta ironiza sobre el miedo al error que se impone a la juventud de la época (método conductista que -vale destacar- aún persiste en algunas instituciones). El manifiesto culmina con una síntesis de lo que sería la finalidad literaria del grupo de escritores: «…Martín Fierro, artista, se refriega los ojos a cada instante para arrancar las telarañas que tejen de continuo el hábito y la costumbre; entregar a cada nuevo amor una nueva virginidad; y que los excesos de cada día sean distintos de los excesos de ayer y de mañana; ésta es para él la verdadera santidad del creador…«
Estos «ingredientes» humorísticos que aparecen en el artículo son muy recurrentes en sus obras. Girondo transforma, en cierto modo, lo humorístico en poético y/o viceversa, rompe las reglas, se rebela (particularmente en Espantapájaros) ante lo catedrático, lo académico y desarma hasta su propia estilística.
Espantapájaros, es publicado en el año 1932 en la ciudad de Buenos Aires. El mismo se titula como un libro «al alcance de todos», es decir, de lectura medianamente accesible, aunque también podríamos interpretarlo como una ironía «girondiana» (porque si Espantapájaros es un libro al alcance de todos, entonces los demás ¿sólo son al alcance de «unos pocos»?). La mayoría de sus poesías aparecen escritas con un estilo libre que rompe con los parámetros de la poesía tradicional conocida hasta el momento. El poemario introduce palabras del habla vulgar, cotidiana, como «No sé, me importa un pito…», también aparecen la prosa poética y otros recursos, tales como el caligrama.
La obra consta de una serie de poesías enumeradas del uno al veinticuatro, la forma de publicitarla puede considerarse una sátira en sí misma, peculiar y escandalosa, ya que el poeta elabora con sus propias manos un muñeco de papel maché, de aproximadamente tres metros de altura, inspirado en la tapa del libro, vestido de traje, galera, guantes blancos y monóculos (el muñeco refleja la típica imagen de un académico, un juego propio de Girondo que escandaliza a varios colegas de la época, quienes lo jactan de «ridículo») y lo pasea durante quince días por las calles de Buenos Aires arriba de una carroza fúnebre tirada por seis caballos. Esta «estrategia de marketing» finaliza con un grupo de mujeres vendiendo Espantapájaros en las puertas de un local de calle Florida. De este modo, Girondo logra vender cinco mil ejemplares en un mes.
A través de este libro, el autor nos demuestra que también se puede cuestionar, denunciar, reflexionar y pensar desde el humor sin dejar de lado los recursos poéticos y la finalidad estética propia del género. Creo que este es el motivo por el cual su nombre y sus poesías siguen circulando en la actualidad. Sin lugar a dudas, fiel a su estilo, ha sabido rebelarse con una denuncia poética a la monotonía, desde el humor absurdo e irrespetuoso.
Para finalizar, les dejo un análisis de algunas de las poesías que aparecen en el libro:
En el poema 4 aparece el humor desde el juego de palabras, Girondo mezcla el lenguaje de diferentes ámbitos en una misma poesía (por ejemplo, palabras comúnmente utilizadas en la medicina, con las de la iglesia y las de la biología) a su vez que entrevera lo fonético (recurso sonoro de la lengua): “Abandoné las carambolas por el calambur, los madrigales por los mamboretás, los entreveros por los invertebrados. Dejé la sociabilidad a causa de los sociólogos, de los solistas, de los sodomitas, de los solitarios. No quise saber nada con los prostáticos(…) Mi repulsión hacia los parentescos me hizo eludir los padrinazgos, los padrenuestros. (…) Renuncié a las sociedades de beneficencia, a los ejercicios respiratorios, a la franela…”.
En el poema 6 nos encontramos con un yo poético que satiriza sobre su propia desgracia, a la vez que introduce una pizca de humor negro: “(…) Todavía, cuando llovizna, me duele la pierna que me amputaron hace tres años. Mi riñón derecho es un maní. Mi riñón izquierdo se encuentra en el museo de la Facultad de Medicina. (…) Los márgenes de los libros no son capaces de encauzar mi aburrimiento y mi dolor. Hasta las ideas más optimistas toman un coche fúnebre para pasearse por mi cerebro. Me repugna el bostezo de las camas deshechas, no siento ninguna propensión por empollarle los senos a las mujeres, y me enferma que los boticarios se equivoquen, con tan poca frecuencia, en los preparados de estricnina…”
En el poema 14 aparece una sátira hacia las disciplinas lingüísticas. En este caso, el yo poético introduce la voz de su abuela, quien lo “aconseja”: (…) La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas. Poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario, y aunque los mosquitos vuelen tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles. (…) Abre los brazos y no te niegues al clarinete, ni a las faltas de ortografía…”
En el poema 16 satiriza sobre la monotonía que mantiene “automatizados” a los hombres y al ser humano en su existencia: “(…) ¡Pensar que durante toda su existencia, la mayoría de los hombres no han sido ni siquiera mujer!… ¿Cómo es posible que no se aburran de sus apetitos, de sus espasmos y que no necesiten experimentar, de vez en cuando, los de las cucarachas… los de las madreselvas? Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro de imbécil, jamás he comprendido que se pueda vivir, eternamente, con un mismo esqueleto y un mismo sexo. Cuando la vida es demasiado humana – ¡únicamente humana! – el mecanismo de pensar ¿no resulta una enfermedad más larga y más aburrida que cualquier otra?…”
Por último, en el poema 24 introduce el humor negro de forma íntegra, tomando su tema más recurrente (la muerte), además utiliza al absurdo para referirse a los funerales y al recurso estilístico de la exageración (hipérbole), lo que permite una especie de «fusión», de entramado que «pone a dialogar» lo absurdo con el lenguaje poético: “El 31 de febrero, a las nueve y cuarto de la noche, todos los habitantes de la ciudad se convencieron que la muerte es ineludible (…) Esta propensión hacia lo funerario, hacia lo esqueletoso ¿podía dejar de provocar, tarde o temprano, una verdadera epidemia de suicidios? En tal sentido, por lo menos, la población demostró una inventiva y una vitalidad admirables. Hubo suicidios de todas las especies, para todos los gustos; suicidios colectivos, en serie, al por mayor. Se fundaron sociedades anónimas de suicidas y sociedades de suicidas anónimos. Se abrieron escuelas preparatorias al suicidio, facultades que otorgaban título “de perfecto suicida”. Se dieron fiestas, banquetes, bailes de máscaras para morir. La emulación hizo que todo el mundo se ingeniase en hallar un suicidio inédito, original. Una familia perfecta —una familia mejor organizada que un baúl “Innovación”— ordenó que la enterrasen viva, en un cajón donde cabían, con toda comodidad, las cuatro generaciones que la adornaban. Ochocientos suicidas, disfrazados de Lázaro, se zambulleron en el asfalto, desde el veinteavo piso de uno de los edificios más céntricos de la ciudad. Un “dandy”, después de transformar en ataúd la carrocería de su automóvil, entró en el cementerio, a ciento setenta kilómetros por hora, y al llegar ante la tumba de su querida se descerrajó cuatro tiros en la cabeza…”
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