Debido a la pandemia de coronavirus gran parte de la comunidad debe permanecer dentro de sus hogares para preservar su salud y la de quienes lo rodean. Por esto, y ante la imposibilidad de salir, nuestras rutinas diarias se vieron completamente modificadas. 

Nadie desconoce que en muchos casos este aislamiento se vive con angustia, inseguridades o padecimientos, no menores, todos consecuencias del encerramiento y cómo afecta la salud mental.

Buscar actividades y alternativas es una buena posibilidad. Nosotros te invitamos a estimular la imaginación, viajar con la mente y enriquecernos en el aislamiento, compartiendo lecturas.

Cada viernes les compartiremos reseñas enviadas por lectores o invitados sobre obras, autores y libros que leyeron y quieran compartir. Junto a la reseña, estará adjunto el link donde encontrar la obra online.


Los pichiciegos, Rodolfo Fogwill

Escribe: Juliana Paladino Streva – Profesora de Educación Primaria y Estudiante de Lengua y Literatura

La vida de millones de personas ha cambiado radicalmente en todo el mundo en los últimos meses: miles de personas mueren cada día a causa de una enfermedad invisible, la economía mundial se dirige hacia una profunda recesión y los gobiernos piden a sus ciudadanos que hagan sacrificios en todo el mundo en nombre del bien colectivo.

Para muchos, este es un escenario que evoca recuerdos de crisis mundiales anteriores, tiempos oscuros que se creía que pertenecían al pasado: ¿Estamos en guerra contra el coronavirus? El lenguaje cotidiano utilizado para describir la pandemia actual hace que pensemos de este modo evocando imágenes de un terrible conflicto global con un «enemigo mortal» y héroes que luchan por la seguridad del público en la «primera línea». Pero, ¿cómo se compara la emergencia médica actual con los conflictos más mortales del mundo?

El ejemplo más cercano que relaciona a nuestro país con una guerra nos remonta a 1982, la conocida Guerra de Malvinas, que terminó con la vida de casi seiscientos cincuenta jóvenes argentinos. En este escenario bélico se sitúa la novela Los pichiciegos, dónde se nos presenta una lucha extrema por la propia supervivencia, y también, por qué no, un dilema ético y moral: ¿Vale la pena salvarse solo o es necesario proteger también al que tenemos al lado? Pregunta, sin lugar a dudas, muy necesaria dentro del contexto actual.

“-El pichi es un bicho que vive debajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura –un caparazón- y no ve. Anda de noche. Vos lo agarras, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse,se queda pataleando panza arriba. ¡Es rico, más rico que la vizcacha!”

Existe una frase muy conocida que dice: “La mejor guerra es la que no se pelea”. Dentro del contexto de esta novela esa frase cobra otro significado. «Los pichiciegos» es una historia escrita por Rodolfo Fogwill, el excéntrico autor argentino, tras asistir a la reacción entusiasmada de su madre ante el hundimiento de un barco británico. Según cuenta en el prólogo a la séptima edición de la obra, el entusiasmo de su familia no era sino una prueba más del éxito que había tenido la propaganda militar en la población argentina: 

“Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congelados, que de alguna manera me alegraba, pudo atenuar el espanto que me provocaba el veneno mediático inoculado a mi familia.  Entonces subí a mi pocilga, escribí la frase “mamá hoy hundió un barco”, […] cargué una nueva hoja en la máquina de escribir y doce horas después empezó a amanecer, y había completado la mitad del relato Los pichiciegos.”

La historia es peculiar porque nos muestra ‘otra cara’ de la guerra, diferente a la que estamos acostumbrados a ver, ya sea en novelas o películas bélicas. Aquí se presenta a los ‘pichis’, un grupo de soldados que, enviados a luchar a las Islas por el gobierno de facto, deciden desertar del ejército, y construir clandestinamente un refugio subterráneo, donde planean esperar el fin de la guerra. “Córtense solos porque de esta no salimos vivos si no nos avivamos”, les advirtió un día ‘el sargento’ a los cuatro pichis iniciales, conocidos también como ‘Los reyes magos’, quienes ostentan el mando de la ‘pichicera’, y deciden sobre los otros ‘pichis’. 

Para sobrevivir el frío deben hacer acopio de comida y demás víveres, por lo cual se ven obligados a traficar con los habitantes de la isla y hasta con el bando opuesto: los ingleses. Estos los proveen de alimentos, cigarrillos, pilas y medicamentos a cambio de información sobre ubicaciones estratégicas del bando argentino o incluso a cambio de ‘plantar’ bombas donde se los pidan. 

El frío, la soledad, los deseos truncos por la guerra, el barro, la suciedad, el frío de nuevo, enmarcados en diálogos perfectos, conforman la atmósfera de esta novela. En ningún momento se realiza un análisis moral o ético de las actividades de ‘los pichis’, porque lo que verdaderamente aparece en estos casos es el extremo sentido de supervivencia, que, en condiciones tan crueles, implica en la mayoría de los casos hacer cualquier cosa por un poco de calor, así sea necesario vender la ubicación de las minas explosivas por un litro de kerosene. 

El relato se construye desde Buenos Aires, donde un aparente periodista entrevista a ‘Quiquito’, uno de los pichiciegos. Así se re-construye el argumento en un ir y venir del pasado en la guerra, al presente, recién llegado del horror. Quiquito tenía la afición de documentar todo lo que ocurría en la ‘pichicera’, anotando en su libreta incluso los diálogos y ahora siente la obligación de recordar. Recordar la nieve sucia, los compañeros congelados como estatuas, los guantes baratos y rotos recorriendo los cuerpos muertos para ver si hay algo útil, algo para comer. 

La primera publicación de “Los pichiciegos” se distribuyó después de la asunción del gobierno civil, ya que antes solo había circulado entre críticos y editores. En ese momento fue elogiada por su “realismo y pacifismo” a pesar de que el autor había advertido que se trataba de un experimento de ficción, ya que escribió la novela antes de los primeros testimonios de los combatientes.

En el curso de su ensayo sobre «verdad e historia en el cine», publicado en 1994, Beatriz Sarlo anuncia su relectura de «Los Pichiciegos» observando que «la novela no quiere demostrar nada y sus personajes no están en condiciones ideológicas ni discursivas para reflexionarLos pichis carecen absolutamente de futuro, caminan hacia la muerte, y, en consecuencia, sólo pueden razonar en términos de estrategias de supervivencia» y concluye diciendo que «la novela de Fogwill produce esta verdad de la guerra en Malvinas». Pero, al momento de la escritura, lejos estaba ese propósito del autor, ya que como afirmó el mismo Fogwill: “estaba escribiendo sólo acerca de mí, de la revolución, la contrarrevolución, el amor, el comercio, la democracia que sobrevendría.” 

«Los pichiciegos» es un libro polémico que no busca encajar en las narraciones típicas y políticamente correctas. Partiendo del fuerte imaginario que hace hincapié en la cuestión nacional, cuestiona identidad nacional: “<Esto es de ellos (…), esto es para ellos>. Había que ser inglés, o como inglés, para meterse allí a morir de frío habiendo la Argentina tan grande y tan linda siempre con sol”, abriendo el debate para tratar estos temas tan cuestionados. 

En esta obra se conjuga el instinto de supervivencia con la “avivada” argentina, al mismo tiempo que narra el marco de injusticia de la guerra y el ambiente árido en donde se desarrolló. “Los Pichiciegos” es la primera novela que se animó a hablar del horror cuando ni siquiera los propios combatientes lo habían hecho. Fogwill fue de los primeros que entendió la necesidad de contar lo absurdo y hostil de aquella guerra, y nos hace preguntarnos por qué el único héroe es el desertor.


Clickeando acá, encontrás la obra completa.


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