Ayer por la tarde murió el millonario empresario Franco Macri, padre del presidente de la Nación con quien tenía una relación pésima desde hace años.
La salud de Franco se estaba deteriorando a pasos agigantados. El presidente, que había partido ayer para tomar un nuevo descanso durante el fin de semana largo, debió regresar ante la noticia.
Franco Macri había llegado de Europa en el período de entreguerras. Una vez en la argentina comenzó a desarrollar la actividad económica que lo llevó a convertirse en una de las familias más acaudaladas del país. Pero también de las más cuestionadas.
Sus empresas estuvieron asociadas desde el inicio a los negocios con el Estado. Condujo durante años SOCMA (sigla de Sociedades Macri) y durante su vida fue investigado y acusado de por una infinidad de causas, pero tal vez la más memorable sea la del Correo Argentino.
La etapa que significó el mayor crecimiento patrimonial para los Macri correspondió a la dictadura militar, etapa en la que multiplicó por siete las empresas controladas por el holding SOCMA.
Macri también tuvo una participación central durante el menemismo, donde pasó a ser el principal empresario de la construcción, de las concesiones viales y en las privatizaciones, entre las cuales estuvo el Correo Argentino. Un socio extranjero de Franco destacó su participación: «los dueños de las corporaciones argentinas saben qué puerta hay que tocar y qué número hay que marcar para obtener algún beneficio del Estado».
Recientemente era investigado en el marco de las causa por la supuesta cartelización de la obra pública durante el gobierno de Cristina Kirchner, conocida como causa de las fotocopias de los cuadernos. Sin embargo, el padre presidencial zafó de presentarse a declarar. Los peritos que fueron a su casa a comprobar el estado de salud concluyeron que no podía prestar declaración indagatoria.
Un mes antes había vendido sus acciones en una empresa familiar. La maniobra no se podría haber completado si se encontraba en tal estado de salud.
La relación con Mauricio
Para graficarla reproducimos un fragmento del libro de Laura Di Marco, periodista de La Nación, publicado bajo el título: «M. La historia íntima de la elite que llegó al poder».
—Hablando de Franco, ¿es cierto que cuando estallaron los Panama Papers, su padre se negó a entregarle la documentación de las empresas offshore para que usted pudiera explicar su participación en ellas y que, por esa razón, lo tuvo que enfrentar en la justicia?
—No, más o menos (sic). Papá está en un momento del día que no… Tiene 86 años [nació en abril de 1930] y por momentos se le va a la mierda la cabeza. Es complicado porque sigue siendo Franco Macrì. Ayer hablaba con otro hijo de empresario prominente, y me empezó a decir estas cosas. ‘Me está pasando lo mismo, mi viejo está destrozando todo, pero nadie lo puede parar’. ¡Y claro! Por eso los reyes destruyeron todo. Llega un tiempo que se ponen gagá pero, como era rey, nadie lo podía parar. Esto pasa mucho en las empresas familiares.
—Un hombre poderoso que de repente entra en un proceso de deterioro cognitivo, dice usted.
—Así es. Papá tiene un proceso de demencia en avance y, cuando amanece, tiene un par de horas de extrema lucidez y después te empieza a repetir las cosas… Te hace historias y relatos raros, y vos decís: Papá, eso nunca sucedió. Y te lo discute y te repite. Entonces llega un momento que decís: Papá, por favor. Encima, siendo al que más torturó, soy el que más bola le doy. Mis otros hermanos ya ni le atienden el teléfono. Entonces, encima yo me tengo que hacer cargo de asumir.
Hace cargo trabajo Richar pelota nos trabajo persona