Juan José Chazarreta formó parte de la comisión que desclasificó el informe Rattenbach y otros archivos secretos de la última dictadura militar durante la era Malvinas. La creación de la comisión se dispuso en 2012.
Hijo de Chacabuco que actualmente vive en Santiago del Estero, Juan escribió el libro Operación Chacabuco sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en esta ciudad.
Hoy, en el marco de otro Día de la Soberanía, propone integrar el caso de las torturas a soldados conscriptos en las islas como parte de la historia de la última dictadura militar y del camino de la verdad y la Justicia.
«Malvinas, el camino de la Verdad y la Justicia»
Por Juan José Chazarreta
El conflicto bélico del Atlántico sur desatado en 1982, fue parte de la más dura y trágica dictadura que haya vivido nuestro pueblo. Esta dictadura que comenzó un 24 de marzo de 1976, diezmó una generación entera con desapariciones, asesinatos, robo de bebés, cierre de fábricas, endeudamiento externo, desempleo y pobreza. Llegando a su fin el gobierno de la Junta Militar decidió recuperar por la fuerza las islas del Atlántico Sur usurpadas por los británicos desde 1833. La dictadura le declaró la guerra no solo a Gran Bretaña sino también a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte); es decir, a un bloque de países del hemisferio norte que tienen como acuerdo cooperar cuando uno de estos entra en guerra.
El conflicto bélico de Malvinas fue testigo de situaciones inauditas en la historias de las guerras: el personal de cuadro (oficiales y suboficiales) torturaron a su propia tropa, es decir a los soldados conscriptos, a los colimbas que cumplieron el servicio militar obligatorio y fueron trasladados a las islas. Estamos hablando de estaqueos en la turba mojada, de entierros hasta el cuello, de picana eléctrica con teléfonos de campaña, de muertes por congelamiento y hambre, de fusilamientos. Estos “castigos” eran por no cumplir con una guardia, por buscar comida o bien por condiciones políticas o religiosas. El personal de cuadro que condujo la guerra en las islas venía de perpetrar la desaparición de 30.000 personas y pasaron de los Centros de Exterminio a las trincheras de Malvinas, de secuestrar militantes a conducir una guerra. Esa era su formación: perseguir y matar a activistas sociales y a Malvinas llevaron ese conocimiento. El ocultamiento de estas situaciones fue utilizado por los genocidas para reclamar respeto a la hora que empezaron a ser juzgados por la justicia civil. También buscaban apoyo en una sociedad que los condenaba por los delitos de lesa humanidad cometidos en el continente.
Quien escribe participó en la desclasificación del Informe Rattenbach, un extenso documento escrito por una comisión de militares de alto rango que se dedicó a analizar las decisiones que tomaron los comandantes castrenses en el conflicto bélico del 82. El informe fue lapidario con los conductores del conflicto y así es que el general Bignone, en remplazo de Galtieri, decide su guarda en secreto. Cristina Kirchner en 2012 ordena la desclasificación del informe y en 2015 extiende la orden sobre toda la documentación referida al conflicto bélico del 82 del cual también fui parte. Quiero decir con esto, que además de tener la oportunidad de tomar testimonio de varios excombatientes, tuve el acceso a la documentación oficial de las Fuerzas Armadas.
Una vez firmada la rendición argentina, el grueso de los soldados fueron llevados a Campo de Mayo. Para tratar de engordarlos, debido al estado famélico en el que llegaron, y para evitar que difundan lo vivido en las islas. Valientemente hubo soldados que dejaron asentadas más de cincuenta denuncias (estaqueos, golpizas, hambre) en las Actas de Recepción, una planilla que estos debían completar al ingresar en esta guarnición militar. Estas denuncias tuvieron su curso de investigación por la justicia militar, hasta que el general Nicolaides, en los últimos días de la dictadura, decide su suspensión. La inteligencia militar les hizo firmar un papel donde los colimbas se comprometían a no divulgar lo que habían vivido en las islas. A pesar de esto los soldados denunciaban estos delitos de lesa humanidad ante la sociedad que todavía miraba desconfiando producto del show que instalaron los medios hegemónicos de comunicación y las altas castas militares, tanto durante como después del conflicto.
Los soldados, con una pensión tan mínima como avergonzante, una alta tasa de suicidios y sin conseguir trabajos fijos atravesaron las décadas de los ’80 y los ’90. Se agruparon en centros de excombatientes para llevar sus reclamos de manera conjunta, denunciar las violaciones a los Derechos Humanos que sufrieron de sus superiores, y por la contención emocional que les brindaba después de un hecho traumático como fue la guerra en las posiciones de Malvinas. A pesar de los discursos presidenciales que catalogaban de héroes de guerra a los carapintadas sublevados contra la democracia, a pesar de la impunidad y el silencio obligatorio decretado por Menem, los soldados nunca dejaron de luchar para que el pueblo entero sepa la verdad de lo que habían vivido en Malvinas. Incluso la inteligencia militar persiguió a las organizaciones de excombatientes, ya en democracia, para imponer el silencio. Hoy obra en los archivos de las fuerzas los partes de inteligencia del seguimiento que los servicios de inteligencia hacían a los miembros del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas de La Plata. Aun así tampoco los pudieron callar.
El fin del neoliberalismo visibiliza una luz en el camino de la verdad y la justicia para ellos. Podemos nombrar algunos hechos que así lo demuestran. La película Iluminados por el Fuego (2005), basada en el libro con el mismo nombre, cuyo autor es el excombatiente Edgardo Esteban, pone en escena los estaqueos, el hambre, la irresponsabilidad castrense y el pesar de los exsoldados en la posguerra. Esta película condujo a que muchos soldados se animen a contar estás situaciones horrorosas de la guerra.
Otro hecho: Pablo Vassel, como secretario de Derechos Humanos de la provincia de Corrientes recoge testimonios de soldados relatando las torturas de sus superiores y son presentados en los juzgados de Tierra del Fuego en el año 2007. Con avances y retrocesos hoy la causa tiene más de 120 denuncias con 95 militares imputados y cuatro de ellos procesados. Las denuncias de los soldados aparecen en todas las unidades asentadas en las islas por lo que podríamos hablar de un plan sistemático de tortura.
Los archivos que me tocó desclasificar lo certifican, y no queda ninguna duda de las atrocidades que llevó adelante el personal de cuadro a los soldados en las islas. Este proceso de Memoria, Verdad, Justicia y Soberanía, llevado adelante por centros de excombatientes les quitó a los genocidas ese reducto histórico, ese paraguas que era Malvinas para ellos. Los oficiales y suboficiales que condujeron la guerra son responsables de desaparecer militantes durante la dictadura, algunos con más responsabilidad que otros, pero todos estaban inmersos en la máquina de terror estatal del gobierno de la Junta Militar. En las islas perpetraron estos crímenes a los soldados (salvo algunas excepciones) y como si fuera poco algunos de ellos se alzaron contra el orden democrático poniendo en jaque el gobierno votado por el pueblo en el ’83. Gracias a la inmensa y valiente lucha de los exsoldados conscriptos, Malvinas dejó de ser un refugio del pasado para los genocidas a ser una causa nacional y popular en la que el camino de la Justicia avanza firmemente. Una causa de reivindicación de los Derechos Humanos y también de la Paz, entendida como el único camino posible para recuperar definitivamente la soberanía de nuestras islas del Atlántico Sur.