Investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA lograron determinar la presencia de sustancias contaminantes en dos ríos argentinos que habían pasado los exámenes rutinarios de calidad del agua, gracias a un innovador método basado en la observación de un pequeño gusano capaz de responder a niveles muy bajos de contaminantes.

Este particular estudio toxicológico que se aplicó por primera vez con éxito en aguas del río Tunuyán y el arroyo Pergamino. Sería clave para la gestión de nuestros recursos hídricos, según publica hoy el portal informativo Sobre la Tierra de la FAUBA.

«Evaluamos la metodología en dos regiones productivas del país donde el recurso hídrico es esencial: la cuenca del río Tunuyán, en Mendoza, cuyas aguas se usan para producir vinos y la cuenca del arroyo Pergamino, en la Región Pampeana, donde se cultiva soja y se aplican agroquímicos desde hace muchos años«, aseguró la docente de la cátedra de Bioquímica de la FAUBA, Araceli Clavijo.

«¿Cómo funciona el gusanito? Es un bioindicador: si lo colocamos en agua contaminada, crece menos, y eso nos alerta sobre la presencia de sustancias tóxicas. Es más, pese a que en estado adulto sólo mide 2 mm de largo, cuánto se reduce su longitud nos puede dar una pista del grado de contaminación. Esta metodología es ideal para complementar los clásicos análisis de aguas, que estudian la calidad a través de parámetros bacteriológicos y fisicoquímicos, pero que no permiten predecir cómo ciertas aguas contaminadas pueden afectar la salud de los seres vivos. Hoy existe una demanda creciente de datos biológicos que den estas respuestas», explicó Clavijo.

En el río Tunuyán existen grupos de investigación que monitorean el agua constantemente y los parámetros físicoquímicos y bacteriológicos son aceptables. Sin embargo, los estudios toxicológicos que realizó Clavijo con este novedoso bioindicador pusieron en evidencia que, en realidad, el agua sí tenía algún nivel de contaminación.

«Gracias al gusano pudimos establecer que calidad y toxicidad no van de la mano: en las aguas que supuestamente eran de buena calidad, C. elegans indicó toxicidad. Concretamente, en un 40% de los casos, la respuesta del gusano no tuvo que ver con los parámetros que se miden en los análisis de rutina. Claramente, se debió a sustancias tóxicas —como nitratos, fosfatos y combos de agroquímicos— que, de otra manera, nunca hubieran sido detectadas», sostuvo Araceli.

Así mismo se pudo saber que en el arroyo Pergamino se realizó una batería de análisis que incluyó al glifosato y a su metabolito mayoritario, el AMPA. Tomaron muestras tanto en el cauce como en las napas profundas y para sorpresa de lo que se creía lógico, no fue el glifosato sino una mezcla de otras sustancias tóxicas lo que afectó el crecimiento del gusanito.