Son exactamente 75 las páginas que traducidas del ruso contienen la historia y los escritos de una poeta de ocho años. Evgueni Evtushenko escribe en la número 7 que un poeta de ocho años es algo raro y quizá hasta un milagro.
En las páginas siguientes empieza la discusión. A los 8 años Nika Turbiná ya era poeta, no lo digo solo yo, lo afirma su diario poético La infancia huyó de mi. A los 11 años recibe El León de Oro de Venecia que sólo la poeta rusa Anna Ajmátova había conseguido. Pero eso es cuestión de reconocimiento y la poesía no es solo eso.
Qué difícil / se volvió escribir, / las palabras / golpean mi corazón / como un tambor. / ¿A quién decírselas? / Terminé presa / como un pájaro / y la jaula es muy cómoda, / agua y alimento / todo abunda. / Pero la llave de mi encierro / fue forjada siete veces. / Mi amo / suele ser bueno / y abre la puerta / por las noches / pero deja a un custodio, / la oscuridad, / detrás de la ventana sucia.
Si al leer la poesía de Nika, te sentís perturbado por su edad, déjame opinar dos cosas.
La literatura siempre se valió de los grandes nombres y editoriales. Estadísticamente la mayoría de los escritores son reconocidos pasado los 30 años de edad. Generalmente las editoriales independientes son las que sostienen en sus hombros la incorporación de artistas jóvenes en el mundo de los libros.
Si se les dejará de organizar estructuralmente el desarrollo de les niñes con lenguajes inculcados y vistos sólo por adultos, probablemente no nos sorprendería encontrar artistas como Nika.
La percepción que las infancias tienen es tan magnífica que no dejamos que vean la luz. Dice Evtushenko «por algún motivo, buscamos estimular una cultura infantil en los niños y nos espantamos ante el menor gesto de madurez en ellos. Pero la madurez en los niños es un fenómeno que requiere la más cuidadosa y discreta capacidad para no interferir, combinada con un apoyo igualmente cuidadoso y discreto.»
Podríamos asociarlo a tantos ideales de los diseños curriculares pero, lejos están las ideas de ser parte de la realidad escolar. La escolarización se empecina en creer que todos juntos, en un mismo camino llegamos a destino. Dejando sin lugar a la imaginación, a los desfasajes, y ni hablar de los pocos espacios para lo que nos interesa y los muchos para lo que “debemos” aprender.
Muchos pedagogos escribieron sobre esto, pero déjenme compartirles un resumen, en un verso.
[…]
Que un niño enrede los hilos,
no es posible ir por un camino recto.
Y con sólo un color no se puede
llenar el mundo entero.
Que mis palabras sean un arcoíris.
En La infancia huyó de mí (Llantén, 2018) los poemas se vuelven sombríos y vivos al mismo tiempo, resistiendo en el cuerpo de una poeta, que pide a su madre registrar sus declamaciones que llegaban como una voz “Te necesito/ Anotá todas mis frases. / Sino vendrán / noches sin sueño.» Y captan también la belleza en el dolor.
La poesía rusa es, opino, de la más cautivadora y la de Nika Turbiná escrita entre 1980 y 1987 es un encuentro aparte. En este caso la traducción de Natalia Litvinova es muy fina pero queda la duda sembrada por quienes oyeron los poemas leídos por la propia Nika: «sólo los poetas pueden leer así».