En las líneas que siguen me propongo llamar la atención sobre ciertos errores que giran en torno a lo que se conoce como ataques de pánico: no es un trastorno de reciente aparición; sus causas no son el stress ni los estímulos traumáticos; conocemos una terapéutica eficaz; las terapias farmacológicas o psicoanalíticas no son las específicas. En los últimos años, se ha ido incorporando al lenguaje común lo que los medios de comunicación masiva y algunos profesionales, atribuyen a los tiempos que corren: un conjunto de signos y síntomas que se conocen como «ataques de pánico» (o Panic attack en su versión con patente internacional).
En realidad, este aparente saber se genera equívocamente a partir de mixturas entre verdades a medias, analogías con otros trastornos semejantes y ambigüedades que llevan a confusiones en el diagnóstico y a serios errores terapéuticos.
En pocas palabras, «mucho ruido y pocas nueces» en un sector de la psicopatología en el cual tenemos, desde hace más de 100 años, conocimientos verosímiles para el diagnóstico y el tratamiento de este trastorno, que –como veremos- no es otra cosa que la Neurosis de Angustia, descripta por Sigmund Freud en 1895.
¿Cómo es la neurosis de angustia?
«Intempestivamente sentí una oleada de miedo sin que hubiera razón alguna. El corazón me latía apresuradamente, me dolía el pecho y se me dificultaba cada vez más respirar. Llegué a creer que me iba a morir.«
«¡Tengo tanto miedo! Cada vez que voy a salir tengo esa horrible sensación en la boca del estómago y me aterroriza pensar que voy a sufrir otro ataque.«
Como se describe arriba, los síntomas se presentan intempestivamente sin causa alguna aparente. Pueden incluir: palpitaciones rápidas o violentas, dolores en el pecho, vértigo, mareo, náusea, dificultad para respirar, sofoco o escalofrío, terror, insomnio, expectación ansiosa (sentir que algo horrible le va a pasar a uno mismo o a sus allegados, miedo a la locura, miedo de morir).
Para quienes lo deseen, es fácil recurrir al DSM IV (Manual de diagnóstico) y comparar que la descripción que allí se hace del ataque de pánico coincide punto por punto con la que hace Freud en: Sobre la justificación de separar de la neurastenia un cierto complejo de síntomas a título de neurosis de angustia (1895, SE, III, p. 85 – link al texto)
¿Como y por qué se desconoce la neurosis de angustia y su lugar es ocupado por los ataques de pánico?
Digamos que los principales responsables en la desconsideración de este padecimiento se debió a los propios «psicoanalistas». Con argumentos conceptuales o prácticos la gran mayoría de este campo profesional se fue plegando a considerar que, en última instancia todo sufrimiento psíquico tendría una misma explicación y, en consecuencia, correspondería la prescripción de una única psicoterapia.
Cosa lógicamente insostenible desde cualquier teorización más o menos seria, y por supuesto necesariamente ineficaz en la práctica concreta.
Claro que el desentenderse de un cuadro clínico no hace que este deje de existir y, en la medida que insiste en sus manifestaciones, se convirtió en un motivo de consulta sin respuestas adecuadas. Y aquí, ni lerda ni perezosa se monta la industria farmacéutica.
Esta, con habilidad propia de alquimistas le cambia la denominación original, y con una estrategia de venta acorde a prolijos estudios de mercado la rescata, la ubica como la niña mimada y la ofrece al consumo masivo, indiscriminado e innecesario de ansiolíticos.
Sin embargo, es moneda corriente que los pacientes medicados refieran que no dejan de sufrir sus periódicos ataques, aunque a falta de opciones adecuadas se consuelan con un «por lo menos me alivia». Todo esto para una enfermedad cuya cura depende de recursos naturales, accesibles, de libre consumo, que no tienen efectos secundarios nocivos, ni contraindicaciones.
Causas de la neurosis de angustia
Las causas que Freud describe como factores etiológicos de la neurosis de angustia son exactamente las mismas que podemos encontrar hoy en día, siempre y cuando, con la habilidad del caso, podamos investigar la sexualidad de los pacientes que nos consultan con «ataques de pánico»: abstinencia sexual, satisfacción frustrada, coito interrumpido, eyaculación precoz…
En lo que a mi respecta, a lo largo de más de 50 años de praxis psicoanalítica, son escasos los colegas con los cuales coincidimos en la consideración de este cuadro y en su tratamiento. Al mismo tiempo son muchos los casos que, tanto en el consultorio como en las supervisiones de pacientes atendidos en privado o en instituciones públicas, traen como motivo de consulta los ataques de pánico y, una y otra vez, descubrimos las mismas condiciones de excitación sexual frustrada, y, una vez recuperado el equilibrio excitación-satisfacción, la rápida desaparición sintomática.
Un homenaje a la coherencia científica: La paradoja terapéutica
Uno de los méritos más destacables de S. Freud fue –para mi manera de ver- el respeto a ultranza a los obstáculos que su teorizaciones iban encontrando, en el proceso de verificación de sus hipótesis.
Es fácil imaginar cómo, un investigador que devela fenómenos y mecanismos que nunca antes fueron comprendidos cabalmente, se entusiasme y cifre expectativas desmesuradas sobre los alcances de su descubrimiento. A pesar de ello, Freud distingue dentro de su propio campo de investigación, otros trastornos psíquicos que, con características semejantes a las Neurosis de Transferencia (Histeria, Fobia, Neurosis Obsesiva que dicho sea de paso son las únicas que se explican y tratan mediante la investigación psicoanalítica) no deben tratarse mediante el psicoanálisis sino por otros métodos. Tal es el caso de las neurosis de angustia, como también el de las neurosis traumáticas.
Entonces, la paradoja deja de ser tal, cuando nos encontramos con una propuesta que reúne en un todo coherente síntomas, causas, terapéutica y profesionales capacitados en su ejercicio.
«Algunos de los estados nerviosos, las llamadas neurosis actuales, …como la neurosis de angustia pura, dependen evidentemente del factor somático de la vida sexual, sin que poseamos, en cambio, aún una idea precisa del papel que en ellos desempeñan el factor psíquico y la represión. En estos casos, el médico ha de emplear una terapia actual y tender a una modificación de la actividad sexual somática, y lo hará justificadamente si su diagnóstico es exacto«. (S. Freud. Psicoanálisis salvaje. 1910)
O sea, partimos de un correcto diagnóstico diferencial, reconocemos los factores causales y desencadenantes; ofrecemos al paciente una terapia acorde a ellos; y, como especialistas en las complejidades de la sexualidad humana, administramos nuestro conocimiento a medida que reconocemos las posibilidades de asimilación de nuestros pacientes. (A sabiendas de que éste es un conocimiento que se desprendió de la investigación psicoanalítica pero que en rigor, no es una terapia psicoanalítica).
Por un lado, los pacientes con ataque de pánico –o Neurosis de angustia- seguramente agradecerán este aporte y, por otro, el Psicoanálisis, acotando sus especificidades, se beneficiará como disciplina científica.