Del panorama político de la semana pasada a esta tenemos dos novedades. La primera es que ante la candidatura de Alberto Fernández a presidente que proclamó Cristina Fernandez el sábado pasado, Cambiemos no ha tomado un postura clara. A estas alturas, que el presidente no haya ratificado su candidatura ni la exprese en una fórmula puede comenzar a ser divisado más que como una especulación electoral, como vacilación, falta de convencimiento.
El oficialismo local también aguarda estas definiciones, que podrían ser claves. Por ahora en todos los niveles se anhela que no se profundice la crisis y que la campaña sea lo más corta posible.
La oposición aún define su aglutinamiento. Las alianzas hasta ahora entabladas muestran al peronismo kirchnerista creciendo y dominando el escenario. Si Massa se suma a esa alianza encabezada por Alberto Fernández y secundada (nada menos) por Cristina, ese espacio contaría con más amplias chances. Pero esa unidad, frente o agrupación deberá tejerse, como muy bien dijo Alberto Fernández, en base a la resignación.
En este sentido, la incógnita en el espacio opositor peronista da lugar a que los actores locales y seccionales comiencen a ver un tanto perplejos los escenarios que se desenvuelven. Como el mensaje es «convencerse o resignarse» ya saben que ese camino puede traer la discordia.
La resignación oficialista
Del lado oficial el presidente Mauricio Macri avanza con una gestión con pocos márgenes de maniobra. El primer mandato de todos es no perder más terreno, ya que hacer que la economía crezca dejó de ser una posibilidad. Aquí también hay un poco de resignación.
La alternativa única es que en ese camino no haya movimientos bruscos. Podría haberlos, pero el FMI ha asegurado la cobertura en dólares al Banco Central para que la plaza cambiaria se mantenga estable. Más adelante veremos cómo percibe Alberto Fernández este tema.
Así las cosas, la estrategia también supone mostrar poco, pero bien organizado, y hablar poco, y muy medido. Este otro mandato, en Cambiemos, lo cumplen todos. No porque sea bueno, sino porque funciona.
Por el lado local, en Cambiemos ya avanzan las definiciones en las listas, todo con el plan A en la mano. Si a nivel nacional hubiera una sorpresa (por ejemplo, el renunciamiento histórico de Macri), podría haberlo en todos los órdenes. Por las encuestas todo apunta a que hay que asegurar el triunfo, y no hay dudas que la única garantía es la candidatura del actual intendente Víctor Aiola.
Las encuestas que se conocen o se difunden off the record, indican un predominio de Aiola. El resto de los candidatos, párrafo aparte. Sobre este predominio constrasta la imagen pésima del presidente Macri, que asegura ser un salvavidas de plomo y arrastra paso a paso a todos los candidatos.
Allí deberá trabajar fuerte Cambiemos y el radicalismo, que no son la misma cosa. Y esto abre un abanico infinito de posibilidades, o mejor dicho, especulaciones.
Lo que explican los propios miembros de Cambiemos podría expresarse así: «unos necesitan más el triunfo nacional que otros». O así: «¿cómo lograr que los vecinos voten a Macri por Aiola?». La inversa es un clásico: «¿cómo lograr que el vecino que quiere votar a Aiola lo haga sin importar el cuerpo nacional de la boleta?». En todos los casos, aseguran, habrá que trabajar mucho. El anuncio del candidato podría cambiarlo todo.
¿Será finalmente Vidal candidata a presidenta? Aiola así lo quiere porque sabe algo que todos saben: la boleta con Macri a la cabeza va a ser difícil de «repartir». El presidente no tiene chances casi de reelegir. Hace días el intendente se pronunció abiertamente sobre este punto, sin miedos, a la señal local de Cablevisión. Esta semana el mandamás local le esquivó a la foto presidencial. Lo que era una «foto difícil de conseguir», dijeron a La Posta, ahora «nadie la quiere».
Otro escollo no menor que habrá que saltear para el oficialismo es la convención de la UCR, que definirá la continuidad en Cambiemos del partido fundado por Leandro N. Alem, o su apartamiento. ¿»Que se quiebre y no se doble»?: ese será el debate parece de mañana lunes.
Aunque la confianza en el gobierno municipal alcanza, porque se acuestan en las encuestas, la intranquilidad, viene por el lado de las proyecciones. Una oposición unida podría ser preocupante. Pero nuevamente, la llave estará en lo que Cambiemos mismo defina, y no en la oposición.
Aunque parezca difícil para la mayoría de los analistas pronosticar que Mauricio Macri triunfe, hay que recordar que las elecciones del 27 de abril de 2003 las ganó Carlos Menem con el 24,45% de los votos. No vale el parangón de votos. Pero las sorpresas nunca están exentas en una cultura política como la argentina.
Oposición(es)
Por el lado opositor, la noticia sigue siendo la dupla Fernández-Fernández. La certeza es que ello traerá un plus de votos al núcleo kirchnerista. Se aguarda que Sergio Massa se sume. ¿Lo hará? Apuestan a que sí. Si se da, podría ser un golpe de timón para la conducción en los distritos, que se verían obligados a sumar a gente de esa fracción.
La incertidumbre también es la novedad en ese espacio. Y así lo expresan todos los dirigentes. Todos los peronistas kirchneristas que tenían candidaturas nacionales las declinaron, menos Scioli. Ahora las expectativas están cifradas en quién será el candidato a gobernador.
Si hay algo incierto es precisamente cómo se dará el ordenamiento político hasta el cierre de listas. Ya lo dijo Alberto Fernández: la unidad se construye por convicción o por resignación. Y esto promete traer más de un dolor de cabezas.
A nivel local se disputarán la representación del peronismo tres candidatos, que, aseguran, irán a internas: Ricardo Ciminelli, Julieta Garello y Martín Carnaghi. De los tres, es Ciminelli quien mejor «mide» en las encuestas. La lectura que se haga de ellas es otro tema. En general el análisis que predomina es capcioso.
Como las cosas se manejan a mucha distancia de los distritos, y todo, absolutamente todo, en ese orden es una incertidumbre (una costumbre bien Cristinista), se espera que la definición no esté exenta de sobresaltos, todo depende de los que se juega en los escritorios de la capital federal.
Acerca de los números de adhesión de los candidatos de la oposición en las encuestas lo claro es que los más votados serían Ciminelli, Garello y Carnaghi. Hay otros, pero no concentran votos significativos (sin chances, pero que tendrían votos claves si la elección, como pinta, fuese pareja). Ciminelli lidera, pero de acuerdo a la encuesta que se tome Garello aventaja a Carnaghi, o viceversa. Conviene en este punto no fiarse de esas mediciones.
¿Antecedentes o pura referencia?
El mayor de todos los antecedentes son las elecciones pasadas, las de 2017. Ir más lejos sacaría de contexto. El 2019, está claro, no puede compararse con nada de nada. Cuantos más lejos del tiempo presente el análisis, más alejado de la realidad coyuntural. Tomemos 2017, ya que hoy Mauricio Macri ni por asomo ganaría un ballotage como en 2015. En todo caso, lo perdería con cualquiera.
En las elecciones 2017 el oficialismo local hizo un buena elección. No más. Se habló que fue histórica. Para nada, el caudal de votos recibido entonces fue lo esperable para una gestión que entonces era nueva y en una elección de medio mandato.
Pero lo que sí fue un buen dato, es que la elección en la provincia de Buenos Aires la ganó Cristina Fernández que entonces presentó el frente Unidad Ciudadana.
En lo local, el triunfo fue para la lista que encabezó en 2017 Rodolfo Serritella. Para la oposición fue fatal. Dividieron su voto en dos listas: la que encabezaba entonces Marcos Merlo, que participó por el frente Cumplir de Randazzo; y la lista que encabezó Martín Carnaghi, por Unidad Ciudadana.
Desde entonces, Carnaghi le recuerda al PJ que en 2017 jugaron con la lista de Randazzo. El escenario ha sido tan cambiante que esas palabras han quedado obsoletas. El candidato que Cristina eligió para presidente de la Nación, Alberto Fernández, es el mismo que en 2017 fue el principal armador de la lista Randazzo.
En el cierre de listas de aquel 2017 hay un buen dato. Entonces Carnaghi se vio beneficiado por la exclusión de Francisco Bruno, a quien la junta electoral de Unidad Ciudadana no le oficializó la lista.
El escrutinio favoreció a Martín Carnaghi, que aventajó a la lista del PJ por una diferencia de 800 votos que le alcanzó para presentarse como a lista más votada, y la «lista de Cristina». Aquí la discusión: ¿benefició a Canaghi entonces que haya sido el único representante a quien habilitaron competir? La ventaja que las encuestas muestran de Ciminelli sobre los otros dos candidatos sería un respuesta afirmativa a esa pregunta.
En tanto que por el lado de Julieta Garello apuestan a sus fortalezas: es la primera vez que es candidata, es la primer mujer que aspira a ser intendenta por el peronismo, y representa a un sector que otros actores no pueden asumir. Da resultado, Garello crece.
¿Operación Unidad?
La disputa en el peronismo está velada, pero existe. Mientras todos dicen que competirán en internas los tres candidatos del peronismo (Carnaghi, Ciminelli y Garello), esta semana comenzó a circular otro fantasma. ¿Habilitarán internas o la unidad hará naufragar a quienes tienen expectativas?
Esto significa una gran esperanza para unos (los que encabezan los sondeos) y problemas para el resto. Tras el anuncio de la fórmula Alberto-Cristina ya varios declinaron su candidatura a presidente, entre ellos, por ejemplo, Felipe Solá, que anunció que se plegará a la campaña «donde le toque».
La señal local la dio Darío Golía en una entrevista que brindó a La Posta al recordar que cuando declinó la posibilidad de ser candidato a intendente lo hizo para permitir que crezcan otros dirigentes. Un gesto. La política se hace de gestos.
Es que la estrategia de construir un espacio amplio podría abrir un nuevo problema: que no haya lugares para todos, y que para construir esa unidad sea necesario enfocar todas las energías en el adversario político a vencer, esto es, Cambiemos.
Unos aseguran que la forma más factible de lograr que los votos no se escapen es que se presente una sola lista de unidad. Por otro lado, otros aseguran que las primarias darían la posibilidad de ampliar ese horizonte de representación. Pero no vale como ley para todos. La realidad cambia de barrio en barrio y de ciudad en ciudad. En Chacabuco, la pregunta es ¿cuánto daño le harán al «conjunto» quienes se enfrenten durante la campaña para las PASO?