De las cosas que se mueven me gustan las palabras, las que están escritas en un papel y por falta de espacio quizás, deciden movernos a nosotros. En alguna suerte de poesía porteña, Gustavo Yuste viene a movernos con sus poemas. Por la hostilidad del mundo, hacia el cobijo de un departamento roto, la voz de alguna persona que convive con la melancolía de un dolor intermitente.

una vez devuelta en casa,
los problemas entran conmigo,
confirmando que los voy a cargar siempre
vaya a donde vaya.

En La felicidad no es un lugar (Santos Locos, 2020) se poetiza sobre las miniaturas del día a día, pasando por quien autoreconoce las impertinencias de sus decisiones y lo concerniente del mundo. Además se metaforiza sobre las insignificancias más importantes. Tener para descuidar, mantenerse atado a los acontecimientos son algunas de las ideas que Yuste plasma en este poemario que va por su segunda edición.

La cotidianidad con la que están escritos estos poemas nos hace atravesar todo el tiempo por nuestras vidas, porque cada acontecimiento es algo que transitamos en algún momento. Si me permito ser tan general con vidas sin conocer, es gracias a que la obra no cierra su historia en una única temática, sino que es una rueda que se entreteje con todo lo que se carga hasta cuando vamos al supermercado. Todo eso que sentimos, escrito en un ejemplar.

APAGÓN
Un recordatorio para cuando lleguen
los momentos de tristeza:
al igual que durante los cortes de luz,
es recomendable salir a comprobar
si sólo somos nosotros
o es en todo el barrio.

Yuste logra hacer que el título obtenga la fuerza de la circulación, existiendo sin parar de poema en poema. Y al finalizar cada página, uno se consolida en creer que la felicidad no es un lugar. Debe ser mérito de la impronta periodística que lleva el título, ¿acaso no leerías un libro llamado Personas que lloran en sus cumpleaños? Bueno, de esa novela tema aparte…

Por Ariana D. Trompino