Por Juan Manuel Blaiotta, licenciado en Periodismo y Comunicación Social (UNLP)
Se hace Gobierno al andar
Durante la noche del jueves y la mañana del viernes, las caras, los gestos y los mensajes que giraban en grupos de whatsapp eran de preocupación. Santa Rosa amenazaba y un cielo totalmente gris, cubierto de nubes, acompañaba y respaldaba al temor. Alrededor de las 17 de ese mismo viernes, con una postergación previa, arribaría a Chacabuco Axel Kicillof, la figura indiscutida del peronismo bonaerense en la actualidad. Pocos días después de la asunción de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, el exministro de Economía empezó a recorrer la Provincia sin aparato ni grandes escenarios: plazas, mates, y el entendimiento de las idiosincrasias municipales lo llevaron a superar el centenar de ciudades bonaerenses recorridas hasta la fecha, y, casi con seguridad, completará los 135 Partidos antes del 27 de octubre. Sin el dato exacto, Chacabuco está alrededor del número cien visitado por el también diputado nacional. Era el mediodía y la preocupación continuaba. Aparecen comentarios en las redes de alguien haciendo una cruz de sal en el patio para ahuyentar el agua. Pero parece que Kicillof está destinado a romper con los pronósticos: el resultado electoral en las PASO, con el que superó a Vidal por 52% a 34% no lo esperaban ni propios ni ajenos, así como tampoco se esperaba el tajante sol que salió sólo un rato antes de que el Clio gris del candidato a gobernador estacionara frente a la sede del Partido Justicialista, en el Pasaje Beltrán.
Ahí afuera, más de un centenar de personas esperaban para escuchar la conferencia de prensa, un tanto improvisada y a los apretones, que brindaría el candidato a gobernador. En las caras de los presentes había, sin dudas, alegría. O más bien, expectativas y esperanzas. Teléfono en mano, todos perfilaban hacia calle Zapiola, en donde llegaría, según trascendió, el famoso auto del economista. Sin embargo, el Clio apareció pero Kicillof ingresó por la parte trasera, con el fin de agilizar la conferencia y llegar a la plaza, el terreno que reinventó como bunker en cada rincón de la Provincia. Ahora sí, sentados, los candidatos del Frente de Todos. Kicillof se ubicó en el centro. A su izquierda, Ricardo Ciminelli, candidato a Intendente; a su derecha, Marcos Peralta, primer candidato a concejal. Abriendo más hacia los laterales, por un lado la candidata a diputada provincial, Micaela Olivetto; por el otro, los candidatos a concejales Romina Barbetta, Javier Estévez y Fabián Ayala. De fondo, las caras en gigantografía de los candidatos. Las preguntas fueron concretas y las respuestas fueron más largas que lo habitual para un visitante de tal magnitud. La salida, para ir al punto de encuentro donde miles de personas lo esperaban, fue también caótica, pero las ganas de los presentes hacían que cada choque, cada pisotón, cada empujón, se respondiera con sonrisa y no con gesto de irritación.
Urgencias
Kicillof es uno de los economistas y académicos más reconocidos del país, e incluso, de América Latina. Es Cuadro de Honor en la Universidad de Buenos Aires, y su defensa de tesis del doctorado fue un hito en esa casa de estudios. Todos querían escuchar y ver sus aportes a la teoría económica, siempre rondando por el keynesianismo pero particularmente interesante por sus casos prácticos de aplicación en territorio cercano. Dicen los que lo conocen desde aquellas épocas, o incluso desde antes, en el Nacional Buenos Aires, que Kicillof siempre fue igual: devoraba libros, teorías y autores, pero siempre lo inquietaba cómo podía darse el salto del papel a la realidad. Por eso Mariano Recalde, quien lo conoce desde la secundaria, dice que no le sorprende su ímpetu y la manera en que encaró la campaña bonaerense para convertirse en Gobernador. Las PASO dieron un resultado contundente, y -muchos afirman- irreversible. Sin embargo, Kicillof es muy cuidadoso a la hora de usar sus palabras, y cada vez que habla del día después del 10 de diciembre lo hace en potencial. Comenzó la conferencia aclarando que “no voy a hablar de la situación financiera que atraviesa el país”, pero pocos minutos después, aquel investigador de la universidad pública se sobrepuso y comenzó con algunos datos económicos y una feroz crítica a la deuda tomada por la actual gobernadora, María Eugenia Vidal.
Al momento de hablar de prioridades, se dijo “urgencias”, y de esas urgencias, habló de emergencias. A nadie escapa la realidad de que, sea o no Kicillof el próximo comandante del Ejecutivo provincial, quien ocupe ese lugar tendrá unos primeros meses de ardua tarea, de reacomodamiento y de creatividad para sacar a Buenos Aires de algunos pozos en los que últimamente se ha hundido. “Hay una clara emergencia de la producción y el empleo. Hay que tomar medidas de emergencia para sostener aquellas empresas, negocios, situaciones, que se encuentran hoy sobreviviendo. Las últimas estadísticas hablan de 1200 puestos de trabajo formales, por mes, que se están perdiendo en la Provincia desde que asumió este gobierno. En ese mismo tiempo, 140 pymes por mes cerradas. Será imperativo, una decisión del gobierno que viene, que no se pierda ningún empleo y que no se cierre ninguna empresa”, responde Kicillof. “A eso hay que sumarle la emergencia alimentaria”, dice, y la Casa Peronista estalla en aplausos. Es que, horas atrás, el bloque de concejales de Cambiemos en Chacabuco rechazó un nuevo pedido del peronismo para declarar la emergencia alimentaria en la ciudad. “No consideramos que la situación sea como para considerarlo de emergencia”, dijo el edil radical, Lisandro Herrera, apoyado por su par Rodolfo “Loli” Serritella, que argumentó el rechazo en que “nosotros tenemos otra forma de hacer las cosas y de resolver los problemas que ustedes plantean”. Kicillof dio en la tecla y usó las palabras justas. Antes de terminar, también habló de la emergencia en la educación, puntualizando en la infraestructura escolar. Ya saliendo camino a la plaza, recibió a integrantes del Foro en Defensa de la Educación Pública, quienes le entregaron un documento en mano y le comentaron de la lucha que encabezan desde la fusión de cursos en Castilla y el cierre de la Escuela N° 42. Cuatro ejes bien marcados que ponen en fila a la campaña.
Los fenómenos populares no se explican, pero se entienden
Antes del comienzo de la conferencia de prensa, y aún cuando la Plaza San Martín estaba prácticamente vacía, dirigentes y militantes de las distintas vertientes peronistas locales charlaban fuera de la Casa Peronista. Los tópicos de las conversaciones eran variados, pasaban del reperfilamiento o megacanje al River – Boca de la Copa Libertadores, con chicanas incluídas. Pero hubo un tema, un análisis, una observación, que se repetía una y otra vez. Palabras más, palabras menos, podríamos resumirlo en un simple “no se puede creer lo que genera este tipo”. Por lo general, los fenómenos populares son difíciles de explicar. Más aún, si el fenómeno popular recae únicamente sobre una figura. Aparecen con distintos recorridos, por carisma, por sintonía, por ideología, por cercanía, y hasta también por un poco de azar. Son difíciles de explicar y hasta pareciera que, cuando suceden, es en vano tratar de hacerlo. Pero, aunque no se expliquen, se pueden entender. Mucho antes de convertirse en el candidato a gobernador más votado en la historia de la Provincia de Buenos Aires -lo votaron 4.724.103 de personas-, Kicillof pensó una locura: ganarle a María Eugenia Vidal. El mito que se construyó alrededor de la gobernadora la hacía parecer encaminada, sin frenos, al éxito más rotundo. Los primeros meses del 2016 ya había quienes hablaban de una posible candidatura presidencial de la mujer, relegando a Mauricio Macri a un segundo plano. La Provincia de Buenos Aires parecía que se pintaba de amarillo por varios años, y nadie, ni siquiera la oposición, se animaba a contradecir demasiado a la máxima mandataria bonaerense. Pero Kicillof sí.
Desde lo discursivo, pero marcando un camino propio, salió a convencer de que la Provincia de Buenos Aires podía ser otra cosa distinta de lo que planteaban desde el oficialismo. Y esos primeros encuentros en esas primeras plazas eran analizados por los respetadísimos analistas políticos de los medios masivos como actos de nula resistencia y hasta de desahogo. Alguno hasta lo llegó a llamar “el grupo de autoayuda de Kicillof”. Pero la política, y el peronismo, también son fenómenos populares tan complejos que hacen difícil una explicación única. Kicillof fue paciente y nunca desesperó ante los tironeos de uno y otro lado, antes los apuros, ante la reafirmación de Cambiemos en la Provincia en el 2017. Y por más que el presente parece sorprenderlo -y hasta abrumarlo- hasta a él mismo, podemos encontrar en sus discursos de mateadas una línea paciente de coherencia.
El exministro de Economía se desmarcó de las políticas de Cambiemos, pero a la par, hablaba de la Provincia que él imaginaba. De a poco, fue metiendo conceptos e ideas de lo que se debiera hacer en el territorio, sin nombrarse nunca como el principal ejecutor de esas políticas. Paralelamente, esperó. Sabía que su impronta y su discurso, pronto iban a confluir con el estallido de Cambiemos: el proceso acelerado de ajuste y de baja del consumo irremediablemente vulnerabilizaría al gobierno, cualquiera sea su imagen y su protección mediática. Y cuando muchos vieron ese hueco para empezar a construir una oposición, Kicillof ya había levantado sus propios cimientos.
San Martín apunta hacia la Cordillera y el sol se posa detrás de su cabeza. Los fotógrafos sonríen, cómplices. Saben que el marco del monumento, el sol, la tarima, y las más de tres mil quinientas personas que la rodeaban dejarían postales históricas. A los tumbos, Kicillof logró llegar al lugar en donde lo esperaba el micrófono. Los vecinos y vecinas se estiraban como Michael Jordan en Space Jam con tal de estrecharle la mano, de darle un beso, de sacarse una selfie sonriendo. Muchos y muchas de ellos, incluso, rompían en llanto en el mismo momento del contacto. Al candidato a gobernador se lo ve alegre y con un poco de timidez por la situación, por ser el centro de una escena que se viralizó en las redes pero se volvió popular en las calles, que es donde la política se gana. Para cuando llega al micrófono, no se sabe cuántos “gracias” lanzó. Y cuando comienza a hablar es cuando se entiende, un poco, el fenómeno.
Kicillof no necesita forzar palabras, ni gestos, ni actitudes para que la gente lo sienta cercano. La austeridad de la campaña también se personifica en él mismo, y no hacen falta coaches ni marketing para hacer parecer lo que es naturalmente. Sumado a eso, el discurso que utiliza es uno posible. Sin grandes alocuciones, ni gritos desaforados, ni slogans cortos y pegadizos, ni posverdad, ni fakenews: ideas, proyectos, y el cómo hacerlos, completan un paquete político fundamental: la confianza. La gente confía en Kicillof, y tal vez -seguramente- ahí radica el principal eje de su popularidad.
Desmontando el show
“¡Igualito a la Vidal! ¡Igualito eh!”, me grita antes de saludarme, a unos metros, una muy conocida militante justicialista de la ciudad. Y en esa ironía eufórica se forma el breviario de todas las palabras que anteceden a este apartado. La cercanía con la gente del posible futuro gobernador también se construye en oposición a la falta de cercanía de la actual gobernadora. La militante satirizaba sobre el episodio de María Eugenia Vidal en 2018 en Chacabuco. La gobernadora llegó de sorpresa a la ciudad y convocó a una conferencia de prensa en el Municipio a las 15 hs. Prácticamente todos los medios locales se amucharon por fuera del Palacio de Reconquista 26. La jefa de prensa del intendente Víctor Aiola no respondía los mensajes sobre la tardanza y la falta de movimiento por su llegada. “Está en un campo, está retrasada”, se dijo después. La impaciencia reinaba y no fue hasta las 17:45, casi tres horas después, que la propia jefa de prensa municipal anunció que, en realidad, la conferencia iba a ser “ya mismo” en el Aeroclub: exactamente a 8,4 kilómetros de distancia de la convocatoria original, en donde se encontraba toda la prensa. Hasta algunos militantes oficialistas se sintieron decepcionados de que Vidal ni asomó su cabeza por las veredas de la ciudad. A la conferencia sólo llegaron dos periodistas, uno de los cuales se negó a preguntar pero le planteó la espera que habían sufrido los trabajadores.
No es que Kicillof supiera cada peculiaridad de la política chacabuquense, pero sí sabe la manera de proceder que tiene su principal contrincante en términos generales. “Se suben a colectivos vacíos y estacionados, hacen que sorprenden a vecinos que tienen cámaras adentro de la casa y les montan un show, un estudio de televisión en la cocina. La Gobernadora dice que recorre todos los distritos, pero a cada lugar que voy me dicen que no la vieron. ¿Ustedes la vieron cuando vino?”, ironizó el candidato y recibió complaciente el aluvión de “no” y silbidos. Luego siguió con los miles de millones de pesos en campaña y publicidad que utilizó la actual gobernadora, y tácitamente, lo comparó con su Clio y sus encuentros en plaza. Dejar expuestos los actings oficialistas y mostrar que la oposición a eso son encuentros reales es otro punto para el diputado nacional.
El fin del “sálvese quien pueda” o la victoria de lo colectivo
Kicillof no para de hablar, salvo cuando frena a ofrecerle agua a una garganta prácticamente partida. El discurso toca distintos ejes y deja un lugar para tomar algunos de los comentarios del público presente y usarlo a su favor: ya sea como argumento o como humorada, nada de lo que pasa alrededor de estos encuentros queda sin utilizar. El sol ya quedó a la altura del dedo señalador del Libertador y el candidato a gobernador redondea sus palabras. Para el final, dejó uno de los conceptos más fuertes y seguramente el que más agrupó sentidos de pertenencia e identidades. “Quisieron instalar la meritocracia, quisieron decirnos que pisar cabezas, que no mirar al otro, que no sentir lo que siente el otro, era lo nuevo. Que la individualidad era lo único importante. Pero los resultados de las urnas nos demostraron también que este es el fin del ‘sálvese quien pueda’, y que esto necesita un proceso colectivo, un colectivo del que todos debemos ser parte”, expresó. Lo individual versus lo colectivo, una pelea histórica, una lucha que tal vez nunca acabe pero que, al menos en esta coyuntura, y según el propio Kicillof, encontró a un ganador.
Una vieja explicación reza que cuando se está bien, se tiende a pensar que uno lo puede todo solo. Pero que cuando se está mal, no se ve una solución potable si no se realiza en conjunto, en relaciones. Kicillof, respetando su propia historia política,militante e ideológica, propone andar y hacer un tercer camino: estar bien y no dejar de pensar en el conjunto, para no caer ni tropezar en la maldita piedra de la historia argentina. Es un desafío ambicioso. Kicillof propone atacar y modificar las bases y las estructuras en pos de que el bienestar se convierta, de una vez y para siempre, en el estado natural. La próxima Plaza San Martín responderá al interrogante de si el objetivo se cumplió.