Durante la administración de Mauricio Macri se le garantizó a los agentes financieros grandes ganancias a través de distintas vías. Un caso fue las tarjetas de crédito, que lograron importantes rendimientos.
La contrapartida de ello es un gran endeudamiento de los usuarios que reciben tasas altísimas producto de refinanciamientos o moras al cobrárseles intereses punitorios o compensatorios que llegan hasta más del 200%. Una verdadera mina de oro para las empresas y un lastre imposible para los usuarios.
Para frenar esto, el Banco Central impuso un tope para la tasa de interés del 55% para bajar costos de financiamiento muy elevados producto de estos intereses que iban entre un 140% y 225%, muy lejos de la tasa para los plazos fijos que está en un 34%.
La medida había sido reclamada por el presidente de la Nación, Alberto Fernández, que por este tema mantuvo una reunión con autoridades del Banco Central y el Ministerio de Desarrollo Productivo junto a las cámaras de entidades financieras.