En el día de ayer se conmemoró el Día Nacional del Teatro Argentino. La Posta entrevistó a Julio Benvenuto, reconocido actor, autor y director de teatro de nuestra ciudad.
Rodeado de sus elementos de trabajo en la tapicería de la calle Azcuénaga, Julio nos habló de su vida con el teatro, el rol del teatro en nuestra sociedad y de su obra «El loco de la bicicleta», obra que en marzo va a ser repuesta en nuestra ciudad.
El 30 de noviembre se recuerda el primer teatro argentino, el Teatro de la Ranchería. Era un teatro que estaba funcionando por la zona de lo que es San Telmo ahora, creo que por la calle Perú. Era un rancho de paja y ahí empezaron a hacerse las primeras presentaciones teatrales, con la prohibición que en ese entonces no existían actrices porque estaban prohibidas. No era honroso que una mujer actuara, entonces los actores se disfrazaban de mujer para interpretar personajes femeninos. Ese teatro luego fue incendiado, a raíz de eso, se dijo que desde ese día se iba a denominar, día nacional del teatro al 30 de noviembre que se creó el Teatro de la Ranchería.
-¿Qué es para vos el teatro? ¿Qué es hacer teatro?
-En mi caso personal es prácticamente toda mi vida, porque empecé a hacer teatro a los 16 años y a partir de ahí no paré de hacer cosas vinculadas al teatro. El teatro tiene que ver exclusivamente con toda mi vida y el teatro es una forma de expresión artística como cualquier otra, pero con la distancia, una ventaja: en el caso de la música un guitarrista si no tiene una guitarra por ahí no se puede expresar de esa forma o un violinista, lo que fuera… o un pintor no podría pintar sus cuadros si no tiene un papel y sus pinturas. Todas las artes tienen sus formas de realizarlas, de llevarlas adelante, y el teatro tiene la ventaja que no necesitás nada. El teatro es un arte más precario, más rustico, el teatro no necesita nada. Un actor o una actriz trabajan con su cuerpo, su voz, sus movimientos y un texto que puede ser hablado o no, pero no precisás nada, ni siquiera un escenario, una luz, es un arte precario, un arte genuino. Eso es más o menos el teatro, además de ser una herramienta de comunicación social muy importante. Siempre lo interpreté así.
-¿Y cómo trascendió el teatro a través del tiempo, a través de la historia?
–El teatro estuvo siempre presente a través de la historia. Si hablamos desde los orígenes del teatro, del principio del teatro, si hablamos del teatro griego y después nos remontamos a Shakespeare con un teatro, nos vamos a Francia con Racine,
Corneille y Moliere, el teatro popular que se lo llamaba teatro boulevard y en argentina donde hubo grandes grupos de teatro. Lo que se llamaba teatro criollo, el circo criollo, posteriormente, y más adelante, más cerca de la actualidad, lo que se llamó el teatro abierto, que era un grupo de artistas, actores, directores, escritores, que proponían una resistencia a la falta de libertad de expresión. Te hablo de época de la dictadura y era una forma, el teatro, una herramienta para resistir y mostrar lugares ocultos del sótano, mostrar una realidad que nos estaba ahogando. El teatro fue una herramienta también política, como no. No política partidaria, si no política social. Debe ser eso, el teatro tiene que tener herramientas revolucionarias, si querés llamarlas provocadoras, si no, no tendría mucho sentido hacer teatro, si no provocás algo. Cuando un espectador va a ver teatro, si no siente nada, si no le pasa nada, si se aburre, ese teatro no va a andar. Los teatristas siempre andamos buscando contenidos o temáticas que tengan que ver con la gente, que involucren a la gente, que tenga una utilidad, que sirva.
-¿Cuál es la situación actual del teatro acá en la argentina?
-El teatro en los últimos años se lo ve muy bien, yo observo la situación del teatro del interior, del noroeste de la provincia donde estamos viviendo nosotros y se nota un crecimiento impresionante y una incorporación de gente joven al teatro, que eso es lo más valioso. Si vos observás Chacabuco solamente, te vas a encontrar con que están conviviendo, o estamos conviviendo, alrededor de 8 grupos de teatros y eso es maravilloso. Cada uno con su estilo, cada uno con su forma, cada uno haciendo lo que quiere, el grupo que hace comedia, otro que hace drama, otro hace un teatro más intelectual, otro no, otro más popular… Pero todos conviviendo y todos produciendo cosas todos los años, eso está bárbaro, está bueno.
-¿Qué significado tuvo para vos hacer «El loco de la bicicleta»? ¿Y por qué el nombre?
-El último monólogo, que estoy ahora yendo a algunas ciudades cercanas a Chacabuco, el significado era bueno, primero la intención de hacer teatro, de actuar. «El loco de la bicicleta» es un personaje de barrio, que a veces se lo identifica en los pueblos. En todos los pueblos hay un loco de la bicicleta. Acá a dos cuadras de mi casa tengo uno, que lo descubrí después que estrené la obra. Anda en una «aurorita» y lo veo todos los días. Y cuando lo miro digo, «¡la pucha, este es el loco de la bicicleta!». Son personajes de pueblos que a veces sirven como burlonería para la gente y no es así. Son personajes que tienen algún problema, a veces mental, que los hace tan escépticos, tan raros, tan curiosos. La obra habla de eso, de la discriminación, cómo la gente discrimina a veces alevosamente. Y tiene humor, porque yo no concibo el teatro sin humor. Es como la sal de cualquier comida, cualquier alimento… Aunque ahora muchos comen sin sal.