La semana pasada, La Posta publicó la primer parte de la entrevista a Jon Lindsay Miles, el traductor de Haroldo Conti al inglés que estuvo visitando Chacabuco recientemente con el objeto de conocer la ciudad y poder volcar ese conocimiento en su biografía del escritor que está preparando.
En esa primera parte fundamentalmente se refirió a la obra de Haroldo Conti, a su trabajo como traductor, a la relación entre Chacabuco y Haroldo que encontró en nuestra ciudad.
En esta segunda parte, Jon habla fundamentalmente de la educación, un tema que se desprendió de la entrevista y que el autor y traductor supo darle una mirada muy partcular, atravesada por su propia experiencia.
«No me importa hablar de eso porque yo soy profesor, así es como me gano la vida y pago las ediciones que saco» dice sobre la educación. «Yo pago todo, me cuesta dinero, es como otros compran coches, o van a restaurantes una vez a la semana o lo que sea, compran casas. Yo pago todo eso por la enseñanza».
El paso por varios lugares del mundo desde China a áfrica lo hace a Jon alguien digno de ser escuchado. «Yo cuestiono el uso de la palabra «educación», yo preferiría decir, y digo eso, «escolarización». Y agrega «uso la palabra ‘educar’ porque es mi propósito«. A continuación explica su postura: «Yo trabajaba en Inglaterra y pronto me encontré con la imposibilidad de educar porque la presión del sistema es por el resultado, no por el proceso. Yo llegué a ver que uno no tiene futuro con respecto a lo vocacional en ese mundo”.
LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
Al respecto de su renuncia en el sistema de educación pública cuenta que no está de acuerdo con lo privado. El fundamento lo encuentra en que “Es una cuestión personal, porque pensando en los personajes de Haroldo, en la gente que he conocido en esta visita, que viven en mi pueblo en España, la gente que suele ser humilde, muchas veces están perjudicados por ese tipo de separación entre lo privado y lo que suministra o provee el Estado. Y se ve en Europa donde toda la riqueza del Estado de bienestar de posguerra va disminuyendo, poco a poco, se va recortando. Siempre suelen ser los mismo los que sufren esa situación por falta de recursos, aunque también a veces la gente que puede entrar en el mundo de lo privado, tanto en la educación como la salud, etcétera, también sufren porque su seguro, su política, no cubre ciertos eventos y luego no sé si se preguntan sobre su decisión de apartarse y no apoyar el sistema estatal”.
Lindsay Miles señala algunas dificultades de educar en términos globales y a la vez narra esa dificultad a través de su experiencia. “Yo pasé tres meses en Argentina en 1982, de los peores, psicológicamente, de mi vida. Cuando el país que me dio mi pasaporte entró en guerra con Argentina sobre las Malvinas y me costó mucho entender las actitudes que oí expresadas en la calle en Inglaterra y me imagino que lo mismo hubiera pasado aquí entre ciertas personas. Yo no quiero vivir en un mundo que excluya a otros por razones de su nacionalidad, su cultura, su lengua, el pasaporte que lleva, religión, el color de la piel, cosas así. Pues, para mí, la educación sólo puede servir para derrumbar ese tipo de barreras, ese tipo de separaciones”.
PARA QUÉ EDUCAR
Una educación como la comprende Jon debe ser lograda a través «de fomentar una actitud de crítica en el aula, de cuestionar. No de ofrecer soluciones sin meditación. De dar la capacidad de independencia de pensamiento en los alumnos, de la confianza para que pudieran meditar las cosas, pensar en su propia vida, reflexionar sobre las actitudes de otros, las decisiones, de las consecuencias, y de decir ‘¿qué debe significar para mí vivir? ¿Cómo debo de tratar a otros o tratar con otros?’. Para mí eso es la educación, no voy a decir que el contenido no es importante, sí es porque eso es la materia de conversación, de exploración, de aventurarse en los temas de la vida. Hay una cuestión que es fundamental ¿por qué educar? ¿para qué? Cuando yo empecé como profesor en Inglaterra -bueno yo estudiaba a finales de los años 70- empecé y recibí mi primer sueldo en 1980. En ese tiempo podíamos sentarnos los profesores a principio del curso y decir ‘vale, ¿qué vamos a hacer? ¿cómo vamos a hacerlo?’ y éramos unos profesionales. Dentro de tres o cuatro años un primer ministro decidió que íbamos a tener en Inglaterra un gran diálogo sobre educación y me daba un poco de ansiedad. En 1986 introdujeron un currículum nacional, que no había antes, y a partir de eso hoy día los profesores no se preguntan, nunca, ‘para qué educar’, ni ‘cómo’, solamente ‘qué tenemos que enseñar’ y ‘cómo lo vamos a hacer’. Yo respeto el profesionalismo de muchos profesores. Hay muchos profesores que hacen su trabajo adecuadamente, algunos pocos son brillantes, y otros no realmente están correctamente ubicados en un aula… como en todos los oficios”.
LA EDUCACIÓN COMO PROBLEMA POLÍTICO
“Para terminar con este discurso, hay un problema político, y no por hablar de partidos, que es la función de la escuela dentro de un Estado. La cuestión es que es para manejar la sociedad. Yo comprendo eso, pero llega un momento que eso de controlar la sociedad y no educar para la independencia del pensamiento, para la autoestima de la persona, las capacidades intelectuales (y no hablo de actitudes intelectuales) crea un conflicto, y posiblemente por eso cuando el gobierno del país en que viví en 1982 decidió lanzar la flota de Portman para cruzar todo el atlántico y llegar por aquí cerca, la falta de educación realmente se mostró en las bobadas, en las cosas mal consideradas, la repetición de sloganes, que para mí no es digno de un ser humano. Y no estoy intentando insultar al pueblo, a quien no tiene la posibilidad de considerar de reflexionar, que debieran tener si hubieran recibido realmente una educación. Entonces veo un conflicto, que posiblemente sea insuperable que es al nivel político, en el sentido que lo he descrito”.
LOS JÓVENES Y LA ESCUELA
Una de las preguntas que se disparó acerca de lo que Jon hablaba fue sobre los jóvenes. Particularmente qué pasa con aquellos jóvenes que hablan de otra manera con los adultos y que de alguna manera la escuela busca adaptarlos a “su forma” de hablar y de actuar. Su respuesta fue clarificadora.
“Hay una imposición de la cultura de la clase media en la escuela. Es un ambiente de ese nivel social, inevitablemente, porque la mayoría de la gente que son profesores vienen de casas, comunidades, de familias de la clase media. ¿Qué quiero decir? Culturalmente estoy hablando: que tiene libros, que hablan con sus hijos sobre sus estudios -por mucho que no quisieran contestar los chicos- pero por lo menos aprenden que la escuela tiene un valor y que deben de seguir ciertas normas socio-culturales. Y claro, los muchachos, los jóvenes de que hablas, que no responden de esa manera, que no siguen las normas, los modales propiamente dichos de ese tipo de cultura de clase media se muestran como anti-autoritarios y el profesor tiene un trabajo difícil” señala y lo respalda con su experiencia.
“Yo me acuerdo la primera vez que entré en un aula -habiendo pasado once años en la escuela como estudiante- y directamente vi que había 33 pares de ojos apuntándome a mí, y yo pensaba ‘si tuviera una ametralladora no podría matarlos a todos. Si me atacaran, algunos se escaparán’. Entonces, uno se siente enfrentado con un desafío bastante complicado, se siente muy solitario como profesor, particularmente dando clases de geografía a estudiantes de 14 o 15 años que siempre han recibido muy malas notas, que no ven el valor, porque no tiene valor para ellos lo que van a estudiar, lo que yo voy a decir que tienen que hacer en los siguientes minutos. Entonces, es muy complicado para el profesor, yo experimenté eso, pues la educación debería reconocer la cultura de las comunidades más marginadas, de los estudiantes de familias que les enseñan ciertos modales que convendrían más al aula, a la escuela”.
EL DOCENTE: UN TRABAJO MÚLTIPLE
“El trabajo realmente de un profesor es múltiple y muy complejo. Tiene su elemento social a la vez que académico, y a algunos profesores no les interesa eso. Yo respeto, pero se debe incluir en la escuela gente adecuada a esa tarea. Entonces ¿qué diría yo a los jóvenes? Primero, tienen razón que mucho de lo que se enseña, en mí experiencia, no tiene mucho que ver con su vida. No empieza con considerar el avance que tiene un vínculo a su mundo. Esa es otra carencia, porque se puede llevar a raíz de sus propios intereses, su propio mundo, hacia todos los objetivos que pueda tener un profesor, un sistema educativo, por decirlo. Usar esa materia en la preparación de las habilidades para enfrentarse con exámenes, con estudios universitarios, pero se debe empezar por ese proceso de relacionarse con el mundo del estudiante y luego educarlo hacia otras posibilidades, pero sin negar la importancia, el valor de su propia cultura, porque eso sí tiene valor”.
OTRO TIPO DE BILINGÜILISMO
“Yo siempre hablo de otro tipo de ‘bilingüilismo’, soy traductor y estoy jugando entre el castellano y el inglés permanentemente, pero en la escuela que uno tiene su propia cultura, el lenguaje relacionado con eso, Haroldo tiene su lenguaje con sus personajes, que no es necesariamente como hablar como docente. La educación también debe de enseñar a todos a tener esos dos mundos, esas dos lenguas, esas dos culturas de la lengua para que una persona pudiera hablar en el patio de su casa, o en la panadería, como yo esta mañana por acá, con los vecinos del rango social que sea y también un momento de dificultad con un miembro de la autoridad, como por ejemplo en las cortes. Uno llega a la corte y tiene que defenderse o pedir la resolución de un problema que uno tiene. Eso requiere otro tipo de lengua, de lenguaje, es otro elemento de la cultura. Para mí, para prepararse para la vida se tiene que dar a todo el mundo la posibilidad de adaptarse a sus circunstancias, situaciones diferentes que requieren modales diferentes, maneras de reflexionar, autocrítica de su propio comportamiento”.
UNA MANERA CRÍTICA
“Cuando yo digo una manera crítica en el aula, no estoy diciendo crítico al profesor, crítico al sistema -aunque eso sí es parte- pero crítico con uno mismo, con sus amigos, porque eso, claro, tiene una consecuencia en todos los elementos de la vida. Yo no hablo con mis vecinos en Úbeda como estoy hablando ahora mismo con vos, hablo de otra manera y vos en tu casa también hablas de otra manera. Pues también debe respetarse eso en el aula y educar, enseñar por los dos caminos y hacia los fines adecuados a llevar a cabo un trabajo, o sea, como camionero, médico, académico o cartero porque son mundos diferentes. Yo trabajé un par de años en un garaje haciendo carrocerías, mientras me preguntaba ‘qué quisieras hacer con esta vida’ y ese mundo tan distinto al mundo del aula, al mundo del hospital -también trabajé en la sala de operaciones de un hospital-. Todo tiene su cultura, su lenguaje, su manera de ser. Más o menos creo que me desplegué como trabajador en cada uno de esos ambientes razonablemente bien. ¿Por qué? Porque por mi experiencia -fuera del aula- como joven y persona, poco a poco, me he educado. Como Chacabuco me está educando en la cultura aquí ‘cómo tratar con la gente’ y es distinto a donde vivía mi hermana en Londres, por ejemplo, o mi padre en una pequeña isla al sur de Inglaterra. Esa experiencia de adaptarse requiera más que un currículum nacional que tiene un fin determinado: distinguir los que pueden ir a la universidad a estudiar y los que tendrán que pelearse para una vida. Y a los jóvenes yo les diría, sí que sea críticos, pero con todos, no solamente con otros, con uno mismo como yo soy crítico con la literatura de Haroldo Conti, pero casi nunca me puedo encontrar una dificultad no puedo criticarlo mucho, por eso me encanta”.
UN MENSAJE A LOS JÓVENES
Una parte de la pregunta a Jon era sobre qué decirles a los jóvenes que a veces sienten un espíritu inquieto y dejan de sentirse a gusto con la escuela. “Tengan abierta la mente lo más posible, que la vida es difícil y es una cosa que tenemos que entender. Algunas cosas no salen bien, que hay fracasos. Yo he fracasado en muchas cosas: quería ser primero en entrar con mi palito para jugar el cricket por mi país cuando era joven. Y no podía, no tenía la capacidad. No es el fin del mundo, tenía que buscar otros caminos. Los sueños son lo más importante, pero no todos salen bien, pues uno se decepciona. Algunos días, unas semanas triste, pero no hay alternativa, no hay más remedio que lamentarse y decir ‘¿y ahora qué?’ y buscar oportunidades. Nadie va a venir a la puerta de uno, sentado en casa, y decirte ‘quiero ofrecerte una vida, un trabajo, una pareja que merezca la pena’. No, uno tiene que salir de casa y aventurar, y en eso creo que la lectura de Haroldo Conti es un buen ejemplo. No necesariamente en sus fines, los personajes de Haroldo tienen su propia idea, pero sí hay una cosa importante. En Sudeste, el protagonista boga y uno puede decir que anda vagabundeando y eso suena muy negativo. Pero él tenía los desafíos de cada día: encontrar el viento, los motores del barco, la pesca, que son placeres en sí”.
Este tema le desata otra reflexión, acerca del mundo y la relación con lo material. “Este mundo del espectáculo, de lo sensacional, de lo escandaloso muchas veces apunta hacia determinados fines ‘mi vida se hará por conseguir eso‘. Pero al conseguirlo ¿luego qué? ¿La vida se acaba? ‘He conseguido un millón de dólares, una casa en la playa, trabajo como médico, un coche’ ¿pero luego qué? Para mí (Sudeste) boga, describe a una persona para el que el viaje es lo importante, consiguiendo o no el resultado que quisiera. Porque, claro, un objetivo te lleva por el camino de la experiencia en sí. Veo la vida así. Personalmente, veo un camino. Son metáforas, son tópicos, pero es así. Yo compré una casa cuando tenía 24 o 25 años y a los 18 meses estaba pintándola con colores espantosos y divirtiéndome mucho en mi santuario, y al estar ahí un par de años pensé ‘y ahora qué? Son paredes, un techo’ ¿Puedo presumir de eso? La verdad que no, no mucho. La gente decía ‘mira si tu subes un escalón en el oficio de profesor puedes comprar una casa más grande, cambiar mi Renault 4, que Haroldo tenía un par por lo menos, por un Mercedes’, a lo que yo pensaba ‘eso no me llena porque luego se va a un Rolls Royce o un palacio’. Entonces vendí la casa, cerré la puerta, dimití a mi trabajo como profesor y di una vuelta por el mundo, como se suele decir y empecé a educarme realmente. Al final de ese camino estoy aquí en Chacabuco, como 35 años más tarde, pero ya viviendo una vida que no vivía en ese tiempo. Yo buscaba resultados, tener algo como un certificado ‘ya ha conseguido la vida’. No es así, entonces, que luchen los jóvenes. Viven en tiempos difíciles en muchas partes. En Europa, muchos de los estudiantes a los que yo ayudo a estudiar, a prepararse en inglés quieren aprenden el inglés no porque les encanta la lengua, porque quieren salir de España para buscar trabajo porque no hay oportunidades en España para los jóvenes. Hay una generación que salió del colegio hace 10 años y muchos no han trabajado nunca en esos 10 años, y no habrá muchas oportunidades porque ya los más pequeños, los más jóvenes, si abren espacios de
UN CIERRE A LA ENTREVISTA
Jon se mostró simple en su explicación, tal vez ahí resida el poder de su palabra, en la simpleza. Y por alguna razón luego de que le agradeciéramos la entrevista, decide justificarse en sus palabras. «Una persona de 15 años, de 20 años tiene otra perspectiva, yo con sesenta y más tengo que decir que sí. Es así. Disfrutar del viaje lo más que pueda. Otro tópico, pero los tópicos tienen cierta verdad. Si tengo suerte, me quedan 20 años con la cabeza bien para seguir disfrutando de Haroldo Conti, de mi vida y de visitas como estas conociendo gente como vos. Eso he aprendido, y voy a hacerlo porque al final no me quedará más que la vida que he vivido, no las cosas que he conseguido en cuanto a cosas materiales, aunque nos aportan cosas útiles a veces, claro. Si yo tengo un mensaje, -y ya me sueno poco humilde, pero es mi experiencia, es como lo veo y lo ofrezco como otra manera u otra perspectiva en la vida- que lo compare, que no tome mi palabra nadie como la verdad, pero mi palabra se puede meditar. Compararlo con la palabra de otros, las perspectivas de otros y tomar su decisión y poner otro pie por delante.»